No lo consigo

Ventura Pérez Mariño PUNTO DE ENCUENTRO

OPINIÓN

04 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

De vez en cuando me invitan a institutos de enseñanza a dar una charla sobre temas que me son cercanos: la Constitución, la Justicia, el Poder Judicial? En todas ellas, puede decirse que sin excepción, en el coloquio que sigue a la exposición los alumnos preguntan la razón y el porqué de la existencia de la monarquía y en concreto de los reyes. Y por más que les razono y explico, se mueven en coordenadas de no aceptación de la institución monárquica.

Mis razonamientos comienzan con la defensa de una monarquía instrumental. Es más barato y no produce ningún vaivén, les digo, una monarquía estable que una república en la que cada cuatro o cinco años hay que elegir al presidente o jefe de Estado. En estos términos aún logro algún adepto; por más que las razones económicas no sean para ellos determinantes.

Mi segundo argumento, el de que la institución monárquica se sitúa por encima de todos y logra una estabilidad de los territorios autonómicos que conforman el Estado español, no lo comparten; bien es verdad que para aceptarlo hay que jugar con pragmatismo y los jóvenes, a Dios gracias, son reacios a eliminar la utopía.

Donde los jóvenes se irritan más es cuando traen a colación la igualdad. ¿Por qué tiene que haber príncipes y princesas, reinas y reyes, si todos somos iguales? La pregunta no es ingenua. Los italianos la resolvieron en su Constitución estableciendo que en ningún caso se puede pasar de su república igualitaria a la monarquía.

Al final , los alumnos resultan más razonables que el conferenciante, que no es capaz de convencerles de las bondades de la institución monárquica.

La monarquía no tiene un pase hoy en día. El problema es quién le pone el cascabel al gato, sobre todo en época de crisis. En privado no pocos ciudadanos, y también políticos, sostienen la causa republicana. Yo creo que por los escándalos acaecidos, pero también por la propia esencia de la monarquía. Nunca se nos preguntó directamente si nos gustaba o no la monarquía, o si las mujeres iban a la cola de la sucesión,

Parece que fue Voltaire el que dijo que el primer rey fue un soldado afortunado. Hasta ahí bien; pero el éxito del soldado no puede ser infinito. Habría que empezar a pensar en preguntárselo a los ciudadanos.