Fueron uno de los grandes pilares del bum económico: cinco millones de hombres y mujeres trabajando en un sector constructor desbocado y en toda la actividad generada alrededor del inmenso chorro de dinero del ladrillo. Sin ellos, el milagro no habría sido posible. Además, pagaron impuestos y contribuyeron a llenar las arcas de la Seguridad Social. Ahora, la situación es la inversa. Al igual que millones de españoles, han perdido el trabajo y no pueden pagar ni la hipoteca ni el alquiler. Como egoístas que somos, ahora no nos interesan, porque ya no aportan y solo consumen recursos. Lo más fácil, decir que son unos delincuentes (alguno hay, pero no son, ni mucho menos, todos). Es uno de los grandes problemas con los que tendremos que enfrentarnos en los próximos años, pero son intolerables actitudes como las del alcalde de Sestao, dispuesto a «echarlos a hostias». No se entiende que las autoridades enseguida busquen la fórmula para que sean detenidos ciudadanos anónimos que dicen barbaridades en las redes sociales pero permiten que anden sueltos auténticos bárbaros con responsabilidades públicas.