Cuarenta y siete años de soledad

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

20 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Hubo un tiempo en que también los hombres leían. Me refiero a los abogados, los médicos, los administrativos y otras gentes por el estilo. Sé que es difícil de creer, pero viene a cuento porque recuerdo que a mí Cien años de soledad me lo había recomendado mi padre, un señor de corbata que trabajaba de abogado para un banco importante. Los hombres de antes, cuando las mujeres leían mucho menos, tenían en sus bibliotecas a Gironella, Núñez Alonso, Mika Waltari, Aynd Rand, Cela y García Márquez. Cien años de soledad no vino clandestinamente desde México o Argentina con los libros de Camus o Neruda. La obra maestra del colombiano nació con pompa en 1967 de la mano de Editorial Sudamericana, de Buenos Aires, tras ser rechazada, diga lo que diga su nieto Malcolm, por Carlos Barral, y se hizo con el mercado español de inmediato. Aquí la leyeron hombres como mi padre y se quedaron apabullados. Luego nuestros padres se la entregaron a sus hijos. Yo tendría 18 años y el batiburrillo de Aurelianos me mareó como te marean las olas de Barrañán un día cualquiera. Después ya todo fueron restos del naufragio, pedazos del casco de madera que uno se encuentra flotando; los cuentos de ángeles caídos, de muertas incorruptas, de rastros de sangre sobre la nieve. Aparecieron también otras novelas maravillosas, shakesperianas, tragedias griegas tropicales sobre el amor y el destino fatal. Pero mi vida de lector, desde Cien años de soledad, no volvió a ser la misma.