Niño, deja ya de joder con la pobreza

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

16 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Un nuevo estudio estadístico vuelve a golpear las conciencias de los Gobiernos español y europeos: los niños pobres, los que carecen de recursos para una alimentación adecuada (a veces mínima), los que no pueden recibir una educación suficiente, los que están en riesgo de exclusión social siguen aumentando. Los menores que viven por debajo del umbral de la pobreza suponen el 20,8 por ciento de la población infantil europea. En España, el porcentaje ronda el 30 por ciento. Solo Rumanía empeora nuestras cifras, y hay que recordar que Rumanía es el país de la UE que proporciona más niños mendigos al resto de la Unión. Esos son los datos de Save the Children, que ya recibimos como un informe habitual.

Como suele ocurrir con estos estudios, hoy se publican, como mucho merecerán un pequeño comentario en alguna tertulia por aquello de que en Semana Santa la política está bajo mínimos, el viernes estaremos de vacaciones, el sábado santo no hay periódicos, y el lunes de Pascua se habrá olvidado todo. ¿Quién había dicho niños pobres? La semana que viene habrá que celebrar el renacimiento del turismo interior, el buen negocio de la hostelería, el llenazo de los hoteles, el sonriente asomo de una cierta alegría en el gasto y la confirmación de que la economía se está recuperando. Si esto último no lo dice ningún tertuliano, lo dirá algún ministro, que para eso está en su cargo: para ver, difundir y explotar las buenas nuevas. Un niño no tiene por qué indigestar la recuperación. Dicho en copia descarada y abrupta de Serrat, niño, deja ya de joder con la pobreza.

Y, sin embargo, esa realidad infantil existe, y este cronista no se cansará de airearla cada vez que se publique un informe de Cáritas, de Save the Children, Unicef o Mensajeros de la Paz. Es increíble que en el país donde se pagan millones de euros por un futbolista y abundan las noticias de fraudes de miles de millones, haya muchachos que no pueden hacer tres comidas al día o su única comida es la que hacen en la escuela. Pero, superada la contemplación de esa angustia, hay seguramente algo peor: la insensibilidad colectiva. Y al decir colectiva, digo de los medios informativos, de los agentes sociales y de los gobernantes. Se confirma que un niño necesitado es una desgracia. Casi tres millones de niños necesitados no pasa de ser una estadística.

Esto tendrá consecuencias de futuro. No sé cuáles, pero las tendrá. Leo que el presidente Rajoy ha encomendado a sus ministros una agenda de trabajo «más social», seguramente pensando en las necesidades del calendario electoral. Podían empezar por la infancia, aunque me asalta una duda: ¿habrá quien piense en esa población, si todavía no tienen edad para votar?