Este es un país de especialistas. De especialistas de todo y maestros de nada. Cuando todo el mundo se preparaba para trasnochar con el objetivo hipster indispensable de ver la gala de los Óscar, David de Jorge, el cocinero mediático, hizo un broma muy seria. Dijo: pero están locos, ¿qué hace toda esa gente quedándose toda una noche sin dormir para ver la gala? Desarrolló todavía más su teoría. Señaló que te levantas por la mañana, pones la noticia, te enteras de quiénes ganaron los premios y ya está. Lo mismo sucede de un tiempo a esta parte (Alonso I de Asturias por el medio) con las carreras de F-1. Ahora todo el mundo sabe de combustible y del tipo de ruedas adecuadas para calzar los coches según las previsiones del tiempo. Lo de David de Jorge parece una parodia, pero esconde algo de verdad. Es cierto que hay personas auténticas que llevan años disfrutando de los Óscar y viendo el tenis en Australia en directo, movidas por su pasión y su conocimiento. Pero también hay mucho vendemotos que se suma a las modas. Es el fenómeno fan. E igual se quedan sin dormir por los Óscar que por la fórmula 1 que por las carreras y las trazadas en el circuito de Márquez y Lorenzo. Todo vale para estar en la pomada.