Barra brava

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

16 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Vender el alma al diablo parece que al principio da buenas rentas. Las primeras facturas las suelen pagar otros, pero suele pasar que las últimas le caen al propio comerciante. El demonio tiene mil nombres y muchas más caras. Entre ellas, la barra brava, los ultras del fútbol argentino. El entrenador de River Plate, Ramón Díaz cerró una comparecencia ante la prensa con un guiño a los radicales. «Les agradezco especialmente a Los Borrachos del Tablón que levantaron a la gente». El técnico no puede parapetarse detrás de la supuesta ignorancia, ya que presume de conocer casi cada brizna del Monumental. Y le ha caído una denuncia penal. Detrás, dos asociaciones contrarias a la violencia en el fútbol, con familiares de víctimas, de aficionados asesinados. ¿Exagerado? Seguramente sí para muchos. Para todos los que se pasan la vida justificando a los chicos de la gasolina de los estadios: solo es una bengala, solo es una pelea callejera, solo es un mechero lanzado al campo, los nuestros no son como los otros, si son buenos chicos, animan más que nadie al equipo... Travesuras de los que se entregan. Los clubes han alojado voluntariamente estructuras mafiosas en sus entrañas, como si fuera una simbiosis cuando en realidad se trata de una relación parasitaria. Díaz dedicó sus palabras a un grupo, Los Borrachos del Tablón, con integrantes que han sido condenados por homicidio y por otros delitos. Olvidarlo desde el púlpito que supone ocupar el cargo de entrenador de River es un delito. Ya se sabe que el mayor logro del diablo es hacer creer que no existe.