Se acerca la Semana Santa, la primera prueba de fuego para el turismo, el empleo y el consumo del año. Se espera que sea un poco mejor que la del 2013, cuyos resultados fueron de un 68-70 % de ocupación hotelera nacional (en función de si leemos los datos de la Confederación de Hoteles y Alojamientos Turísticos o del Instituto de Estudios Turísticos), y para Galicia, entre un 54 y un 58 %. Para este año y en el caso gallego, los profesionales estiman llegar a un 60 % de ocupación, con mejores perspectivas para Ferrol y Viveiro -en ambos casos con declaración de interés turístico internacional-, y Santiago, que para ciudades del sur de Galicia como Ourense, con fuerte tradición carnavalera, pero poca de Semana Santa.
El dato en sí mismo puede parecer escaso, al menos a mí me lo parece, y siempre deberá matizarse en función de la aparentemente sobredimensionada oferta de plazas que tenemos y la rentabilidad por plaza ocupada.
La comparativa con el 2013 en términos previsionales es favorable. En primer lugar por el efecto calendario, que nos lleva a la semana del 13 al 20 de abril, casi un mes más tarde que el año anterior, que fue del 24 al 31 de marzo. En segundo lugar y consecuencia de esto, por la mejor previsión meteorológica. En tercero, por el adelanto horario, con el de verano ya implantado. Y por último, aunque dicho con la boca pequeña, por la expectativa de una ligera pero positiva mejora del consumo, siendo el turismo de cercanía uno de sus predictores. Los hosteleros y hoteleros están esperanzados, al igual que muchas empresas de alimentación, agencias y transportes. También lo deben estar muchos desempleados, especialmente jóvenes, que tratarán de encontrar su primera oportunidad laboral aunque tenga una fecha de caducidad cercana. En cualquiera de los casos, los gallegos y quienes vengan a visitarnos bien mereceríamos una semana de luz y sol, una tregua ante tanta borrasca ingrata.