El futuro pasado

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

07 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Da la impresión de que avanzamos a gran velocidad hacia el pasado. Creíamos resuelto el problema catalán con el Estado de las autonomías, pero no fue así. Ahora resulta que ese logro aún está en el futuro y tiene una traza nebulosa. Creíamos haber logrado una democracia para siempre y aparecen unos líderes de las autodenominadas «marchas de la dignidad» (el sindicalista Diego Cañamero y el actor Willy Toledo, por ejemplo) y nos dicen que «vivimos una situación de emergencia nacional absoluta» y que el Gobierno debe irse, porque «la calle es del pueblo», es decir, suya. (Estábamos aún enterrando entre aclamaciones al gran Adolfo Suárez, cuando el ínclito Cañamero nos regaló con una de sus perlas: «Los partidos actuales están más caducados que un yogur en la cueva de un dinosaurio». ¡No me digan que no tiene gracia y salero!).

La realidad es que vivimos en una democracia y no debiéramos jugar con ella. Porque, guste o no guste, nos están representando aquellos que han obtenido mayorías democráticas suficientes para hacerlo. Y esto es válido gane quien gane y sea del partido que sea. Los demás caminos tienen un claro tufo liberticida y antidemocrático, por más que sus defensores se vistan de líderes aclamados por un pueblo que, al cabo, resulta que no los vota mayoritariamente. Y quizá de esta realidad surge su frustración, que, paradójicamente, en vez de moderarlos, los está llevando a acentuar su radicalismo y a utilizar un lenguaje de un calibre cada vez más grueso. Es como si de verdad entreviesen una gran oportunidad: ahora o nunca. Porque si de veras nuestra realidad económica y laboral empieza a mejorar, ¿adónde irán a parar sus soluciones mágicas?

No seré yo quien niegue las realidades adversas que se denuncian (desahucios, desempleo/paro, corrupción y otras penurias). Sería de estúpidos intentar discutirles unos datos que, por otra parte, son públicos y oficiales. Los que son discutibles son los remedios que proponen, algunos de ellos claramente disparatados. ¿Son soluciones revolucionarias? ¿De qué signo? ¿Castrista? ¿Chavista? No, gracias. La inmensa mayoría preferimos seguir buscando la solución en la concordia y en una democracia sin apellidos.