Los judíos sefardíes

Francisco Linares Moreno FIRMA INVITADA

OPINIÓN

10 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

En la península ibérica los judíos habían convivido con los romanos, con los invasores bárbaros y con los reyes visigodos, con los guerreros árabes, con los califas de Occidente, con los reyes y monarcas cristianos de la Reconquista. No hay página en la historia de España que resalte o mencione algún hecho belicista, escaramuza o batalla, donde un sefardita hubiese participado y que mereciese ser mencionado aunque solo fuera por su presencia en el lugar.

Por el contrario, antes de su dispersión, el judaísmo español había ofrecido los más altos valores en poesía religiosa, en exégesis bíblica, en filología hebraica, filosofía y ciencias puras y experimentales. En los siglos XII y XIII, la individualidad y la personalidad empiezan a percibirse frente al carácter general y anónimo de la obra literaria antigua; el interés por los temas rebasa lo puramente religioso. El estudio de la filosofía y las ciencias, la naturaleza, la apreciación de la belleza del mundo y del hombre, la valoración de las ciencias humanas y el empeño por la armonización de lo religioso o suprarracional con lo científico o meramente racional, son rasgos nuevos, casi exclusivos de la cultura hebraica-española.

El esfuerzo siempre generoso y constante de los hebreos españoles había llegado a todas las actividades humanas desde la astronomía y las matemáticas a la filosofía y la poesía. Pero, proclamada la expulsión, el inquisidor Torquemada prohibió mantener el menor contacto con los judíos. El rey Fernando confiscó las propiedades de los israelitas desterrados, con el pretexto de garantizar el pago de las deudas supuestamente contraídas. Así, la riqueza de los emigrantes se desvaneció por completo y hubieron de abandonar pobres el país amado hacia el exilio. En aquella hora desesperada, los rabinos exhortaron a la grey de Israel a permanecer fiel a su religión, ante los requerimientos bautismales de los dominicos, por orden de Torquemada, a cambio de la permanencia en el país. La voz de los rabíes recordaba que Dios los había salvado otras veces en el pasado de situaciones muy difíciles. Al final, consiguieron una prorroga de dos días para dejar España, partiendo el 2 de agosto de 1492, coincidiendo con el 9 de Av (Tisha Be Av, día principal de ayuno y abstinencia del judaísmo de origen rabínico, se le suele llamar «día mas triste en la historia judía» y tradicionalmente conmemora la destrucción del Primer Templo por Nabucodonosor, la destrucción del Segundo Templo por Tito, la caída de Betar y, por consiguiente, el colapso en la rebelión de Bar Kojba, seguido por la intensa persecución conducida por Adriano).

Al salir de España, los judíos sefarditas dejaron tras de sí muchas cosas, pero una se llevaron con ellos: la cultura española. Tanto es así que cuenta la leyenda que cuando el sultán Bayaceto II (1481-1512) permitió la radicación de los sefardíes en sus territorios de Europa y Asia, exclamó: «Dicen del rey Fernando que es un monarca inteligente, pero lo cierto es que empobrece a su país mientras enriquece al mío».

En estos 522 años de la diáspora sefardí, son muchos los cambios sufridos por ella. Dentro del marco general del judaísmo, los judíos sefardíes fueron creadores de una alta espiritualidad, hasta el punto de que en ella se encuentran los orígenes de las dos grandes directrices del judaísmo universal posterior: el racionalismo creado por Maimónides, base de la actitud de los mitnaggedim alemanes, el misticismo, mejor llamado ascetismo moral de la Cábala, práctica que arrancando con Moshe de León, autor de Zohar, nutre la escuela mística de Safed con un Cordovero, un Vital, un Luria, para desembocar en el fecundo jasidismo de Polonia y Rusia, de aportación decisiva para la espiritualidad judaica moderna.

El proyecto de ley que permite a los judíos sefardíes tener la nacionalidad española supone reconocer un hecho que no solo será aplicar justicia ante una gran injusticia, además supondrá una gran riqueza cultural, intelectual e innovadora fuerza para la moderna sociedad española, que con tanta generosidad acogerá a unos hermanos que tan injustamente fueron tratados. Con la aprobación de este proyecto de ley se cierra una parte triste y vergonzosa de nuestra historia.

Esta iniciativa legal supondrá para ese numeroso colectivo sefardí disperso todavía recobrar la indiscutible relevancia que tuvo en el pasado español, y devolverles la patria arrebatada. El puente cultural que siempre estuvo en el corazón de los sefardíes por un lado y, por otro, en los españoles que tienen sangre judía y la España receptiva, fortalecerán esos lazos dando más consistencia al intercambio de ideas, y conocimiento en todas las áreas profesionales y culturales, creo que la esperanza de quien jamás la perdió en regresar a Sefarad se verá compensada con un «bienvenidos a casa».