Vázquez, Leguina y los «apparatchiks»

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

19 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Lo más llamativo de la crisis de caballo del PSOE no es el hecho de que sus dirigentes lo hayan puesto, tras ímprobos esfuerzos, al borde de la irrelevancia en gran parte del país, sino que tal proceso se produjese en medio de un silencio sepulcral por parte de quienes están en completo desacuerdo con esa deriva desastrosa, que ha convertido al PSOE en un partido radical, dominado por el sectarismo, el populismo y la más estéril demagogia.

Es en ese contexto de miedo a la libertad en el que destaca la valentía con la que Vázquez y Leguina han decidido salir a la palestra para decir en público lo que piensan en privado millones de votantes socialistas, muchos de los cuales han dejado de serlo precisamente por el giro histórico del PSOE que ambos se han atrevido a denunciar.

El primero lo hacía anteayer en una gran entrevista con Fernanda Tabarés en Vía V, que pueden recuperar en la Red quienes hayan tenido la mala suerte de perdérsela. Leguina ha escrito un libro, igualmente indispensable (Historia de un despropósito: ZP, el gran organizador de derrotas), que demuestra que la diagnosis sobre lo que ha ocurrido en el PSOE es compartida por dos dirigentes históricos que, con gran apoyo popular, hicieron en su día verdadero socialismo democrático, ese que, según Leguina, Zapatero devastó como un buldócer.

Las ácidas críticas del coruñés y el madrileño de adopción son comunes no solo en lo referido a la disparatada mutación político-ideológica del PSOE tras la llegada al poder de Zapatero -mutación que tiene en el ámbito territorial su expresión más delirante-, sino también en una valoración compartida sobre el decisivo papel que han jugado en ese cambio los sufridos internamente por el propio Partido Socialista.

Y es que el PSOE de hoy apenas se parece al que tanto contribuyó a la construcción de la actual España democrática. Aquel partido que, tras su legalización, adquirió pronto una fuerte implantación social y una gran potencia como intelectual colectivo, es hoy lo que Vázquez y Leguina describen sin tapujos: un partido de profesionales de la política, «encapsulado en un escenario aislado de la realidad», en palabras del exalcalde coruñés. Un partido en el que nadie desea entrar y en el que sus escasos militantes esperan que nadie entre, para no poner en riesgo su modo de vivir. Un partido intelectualmente irrelevante, en el que los tuertos son los reyes y en el que los reyes al mando del negocio son adorados por los apparatchiks con una impudicia bochornosa. Algunos, viendo venir esta debacle, lo dijimos, muy preocupados, hace años, pero reconforta que lo proclamen, al fin, quienes son, como Vázquez y Leguina, parte central de la historia socialista.

Por eso los apparatchiks claman «¡que los echen!». Les ha faltado exigir que a los leones.