Intolerantes

José Antonio Caride TRIBUNA

OPINIÓN

14 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Construimos la democracia con palabras. En ellas la invocamos y reivindicamos como diálogo; también en los gestos, los comportamientos, las actitudes? Quisimos hacerlo con Baltasar Garzón en las aulas universitarias: en nombre de la educación y la memoria histórica. O lo que es lo mismo, de los derechos humanos, conciliando la mirada a un pasado incómodo, que espera ser reparado, con el afán de darnos un futuro mejor. Antes y siempre nombrando la libertad, la justicia o la equidad como pilares básicos de la convivencia: nunca como el pretexto para la tiranía, el silencio o el temor; jamás como un modo de excluir o negar a quienes, aún en la discrepancia, agrandan la pluralidad ideológica, política, cultural, religiosa?

Nada de lo que somos o hacemos es ajeno a sus circunstancias. Tampoco a los valores que las alientan. Lo sabemos quienes, aun en la adversidad, hemos de asumir el inmenso desafío que supone respetarnos como iguales siendo diferentes. Una tarea que desearíamos ver proyectada en esa educación para la ciudadanía y los derechos humanos que la torpeza de los que nos desgobiernan han decidido retirar de nuestros sistemas formativos. También quisiéramos verla en nuestras universidades, acompañando los saberes que las disciplinas científicas y académicas procuran en sus planes de estudio, ampliando los horizontes del oficio cívico a través de una participación activa, comprometida y responsable en el quehacer común. Y, no por ello, indiferente a la crítica, a la controversia o a la indignación.

Con Garzón nos convocábamos a un «relato-conversa» que ilusionó a cientos de estudiantes y profesores. Una posibilidad, a menudo condicionada por las rutinas cotidianas, de vivir en primera persona un acontecimiento extraordinario: aprender de quienes, generosamente, como lo hacía él estando entre nosotros, nos ayudan a ir más lejos en el conocimiento, la reflexión y la acción. O, cuando menos, a poder intentarlo en un mundo invadido por los fundamentalismos represores: sean cuales sean, vengan de donde vengan. Y vinieron, esta vez de cerca, advirtiéndonos que nuestro invitado no está en la lista de los cientos de «magníficos palestrantes» que gozan del beneplácito de su derecho a la palabra. Lo cuestionable no es que piensen distinto, sino impedir que los demás lo hagan.

La noticia pudo ser que un grupo de jóvenes universitarios boicotearon la presencia de Garzón en la Universidad. Discrepo radicalmente: lo noticiable fue y será que más de 400 personas lo impidieron, afirmándose en su derecho a escucharle. Una lección aprendida que nadie podrá relatar por ellos: la libertad de expresión ni se compra en los mercados ni la dispensan los intolerantes.

José Antonio Caride es catedrático de Pedagogía Social de la USC.