P. Seymour Hoffman

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

04 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

La vida privada de cualquiera es una suma, una resta. A veces una multiplicación. Otras una división. Muchas, ecuaciones imposibles. O integrales desesperadas. De qué. De miedos, de coraje. De rabia. De valentía. De indecisión. De cobardía. De ira. De aullido. De temor. De hambre. De codicia. De vanidad. De soledad. Impuesta o deseada. De compañía, no buscada o necesaria. De deseo. Somos intensos y bellos. Todos. Se murió Philip Seymour Hoffman por un motivo que ya lo habrán leído. Pero se murió el mejor. Casi el único actor grande de una generación intermedia, la de los cuarenta. Cuando los Pacino y Robert dineros ya se dedican a lo que se dedican, el presente y el futuro era Philip, un genio de cualquier interpretación. Tan bueno que asustaba cómo lo podía hacer tan fácil. Qué pasmosa habilidad para interpretarlo todo (Capote, The Master, La guerra de Charles Wilson, La duda... qué más da). Nos dejó alguien que hacía bien, muy bien, su trabajo, un profesional. Adoro a la gente que se levanta y borda un trabajo, sin aspavientos. Como una tarea a la que aplicarse. ¿Cuántas películas con este diamante de mil caras no podremos ver jamás?