Tamagotchi

José Francisco Sánchez Sánchez
Paco Sánchez EN LA CUERDA FLOJA

OPINIÓN

26 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

No sé si se acordarán del tamagotchi, el juguete inventado por una firma japonesa a mediados de los años noventa. Consistía en un dispositivo digital, menor que la palma de la mano, que representaba una mascota, un gato, un pato, incluso una persona, de la que el niño tenía que ocuparse: había que alimentarla y vestirla, tratar de que fuera adquiriendo destrezas, de modo que el jugador pudiera superar ciertos niveles que le permitían acceder a más posibilidades de juego. En algunos modelos, podían casarse con otros tamagotchis y recibir dos hijos. Pero la muerte marcaba la diferencia de este juego con respecto a otros: si el niño dejaba de atender las urgencias del aparato, la mascota moría. Llegaron a venderse más de ochenta millones de dispositivos. Las escuelas los prohibieron. Los chavales los llevaban a clase para responder a las solicitudes de la mascota, que se manifestaban con alarmas, y evitar que muriera. La marca reaccionó incorporando una opción de pausa. Vi niños que lloraban la muerte de su tamagotchi. Vi madres cuidando los tamagotchis de sus hijos mientras jugaban al fútbol. Un día se cansaban de aquella esclavitud y los dejaban morir.

La fiebre del tamagotchi pasó, aunque el juego pervive en Japón y en algunas aplicaciones para móviles. Quedó, sin embargo, cierta mentalidad tamagotchi, que se manifiesta en cómo tratamos a un número creciente de mascotas de carne y hueso que, en el mejor de los casos, terminan abandonadas de cualquier manera, sobre todo en vacaciones. Una crueldad tremenda que, según las noticias, empieza a insinuarse en cómo algunos conciben y tratan a los hijos: como mascotas sin botón de pausa.

www.vagonbar.com