Magníficos rectores, malas universidades

OPINIÓN

09 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

A España nos llevan sacando los colores en la educación obligatoria desde que se elaboran y difunden los informes PISA y de la OCDE, que son la mejor medicina contra los que no quieren cambiar nada.

La universidad ha quedado a salvo del arco iris hasta que el informe Shanghái ha salido de la sombra y se ha instalado al sol. Y como en los dos primeros, este undécimo ránking internacional de la universidad Jiao Tong, de Shanghái, descubre otra de nuestras vergüenzas, obstinadamente tapada por nuestros magníficos rectores: que la universidad española está enferma y que a pesar o por culpa de tener más universidades por diez mil habitantes que ningún otro país de Europa, nuestros centros superiores están ausentes de los 200 primeros puestos y solo diez consiguen colocarse entre el número 201 y el 500. Naturalmente, a los responsables universitarios españoles les ha faltado tiempo para cargar contra esa clasificación y otras similares, como la británica Times Higher Education, aduciendo sesgos y limitaciones metodológicas, como la viscosa equidad y los discutibles criterios de contribución al crecimiento regional e internacionalización.

Es verdad que estas clasificaciones se centran más en la investigación de excelencia que en parámetros como la calidad de la docencia y el aprendizaje, pero también es cierto que cualquiera un poco informado sabe que las mejores universidades están en Estados Unidos y en el Reino Unido, y no por casualidad las 19 primeras de Shanghái son norteamericanas y británicas, como Harvard (1.ª), Stanford (2.ª), MIT (3.ª), Berkeley (4.ª), Cambridge (5.ª) y Oxford (10.ª). Y hay que llegar hasta el número 20 para encontrar un campus que no sea de esos dos países: el Instituto Tecnológico de Zúrich (Suiza).

Como en tantas cosas de nuestra idiosincrasia, en esta de la universidad ocurre lo mismo: la culpa de nuestra mala calidad es de otros y de ningún modo de los rectores, decanos y profesores, que son gente abnegada, sacrificada, preparadísima y proba. La culpa, señalan, es de los recortes presupuestarios, que han mermado en 1.200 millones desde el 2010 la inversión pública en universidades y reducido un 26 % las subvenciones del Plan Nacional para Ciencia entre el 2008 y el 2012, como si nuestra ausencia de los puestos honorables fuera de ahora y por falta de dinero, y no cosa de los últimos sesenta años y por mor de la endogamia y la falta de pudor y de rigor.