Mónica y Xoán

Vítor Mejuto
Vítor Mejuto EL TOMAVISTAS

OPINIÓN

28 jul 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Los que conocemos de cerca a Xoán A. Soler y a Mónica Ferreirós sabemos que son dos personas extremadamente sensibles. Él, veterano y brillante; ella, poseedora de una de las miradas más singulares y frescas de nuestro fotoperiodismo. Pero no hay veteranía suficiente en el mundo para encarar lo que mis dos compañeros se encontraron. No hay voz capaz de narrarlo. Ellos hicieron lo que un fotógrafo de prensa debe hacer: decir la verdad. Y no apartar la vista. Nosotros no tenemos derecho a ello.

Todos los fotoperiodistas sabemos que el primer filtro lo ponemos nosotros. No conozco a ningún compañero que se regodee en una tragedia. Por eso sé que lo publicado es solo la punta del iceberg de lo que Xoán y Mónica vieron. Por eso sé que las fotos más duras son las que no se hicieron. Esas otras fotos que mis compañeros vieron no están registradas en sus cámaras. Sí lo están en sus retinas. Y no se borrarán nunca. Esas no se publican. Ni se venden. Son las mismas que vieron los vecinos de Angrois. Las mismas que les roban el sueño desde entonces. Las mismas que ilustran los relatos que cuentan a quien quiera oírlos, en un vano intento de exorcizar la tragedia. Los vecinos describen lo que vieron de una forma sencilla y desnuda. Es una foto hablada.

La crudeza de las imágenes publicadas es un ejercicio de responsabilidad de nuestros fotógrafos. Hubo mucha crudeza, es cierto. Pero también ternura. La imagen de la niña en brazos de un bombero, que ha dado la vuelta al mundo, es ya un icono. Cuando alguien es capaz de hallar una imagen de esperanza en el dolor más cruel, nadie debería dudar de sus intenciones. Quiero reivindicar desde aquí nuestro oficio. No es más que contar en imágenes la vida. O la muerte. A los que creen que el futuro de este oficio está en el smartphone de un transeúnte; a los que creen que una rotativa puede robar fotos impunemente amparándose en la necia coartada de que una imagen bajada de Twitter es una fuente; a todos ellos debería hacerles reflexionar el trabajo de Mónica y Xoán. Dos personas extremadamente sensibles.