O prendemos a Bárcenas o vaciamos las cárceles

OPINIÓN

15 jun 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Llevo mucho tiempo sin hacer tremendismo político, negándome a aceptar que la solución de la crisis sea meter en la cárcel a un millón de españoles. Pero es evidente que las cosas ya han pasado de castaño oscuro, y que en este país no se puede entender nada de nada, y menos a la Justicia, mientras Bárcenas no visite los establecimientos penitenciarios. Porque, aunque desde la perspectiva puede haber crímenes mucho más repugnantes que el de Bárcenas, creo que desde el punto de vista de una justicia para la crisis, que es la única que nos puede animar a arrimar el hombro al Estado y a contemplar impasibles la merma de nuestros ingresos y servicios, no hay nada más asqueroso -ni siquiera es posible imaginarlo, como diría Kant- que la historia de Bárcenas.

Porque Bárcenas es la encarnación más evidente de la corrupción del sistema, y porque si no sabemos afrontar ese pecado original de nuestra democracia no será posible cambiar nada de nada. Bárcenas metió su mano negra en una bolsa negra, llena de negro dinero. Bárcenas fue el gestor de una trama de chantajes con la que se lucró -y lucró a su partido- cometiendo cohechos que ya nadie considera presuntos. Porque a Bárcenas no se le han registrado sus guaridas, donde estaban las pruebas que lo inculpaban a él, al partido y a muchos jerarcas del PP. Porque Bárcenas se chuleó de las Cortes y de la Justicia, se chulea de la opinión pública y se chuleará de todos los sistemas de recaudación decentes y legítimos, mientras hizo dinero por todos los procedimientos ilegítimos, lo escondió en fardos y lo repartió con sus cómplices. Porque su goteo de latrocinios es absolutamente insoportable para un país deprimido y empobrecido. Y porque el ínclito Bárcenas representa hoy la prepotencia chanchullera con la que los grandes partidos ocultan desde hace treinta años sus nauseabundas alcantarillas.

Por eso es inconcebible que, en el país que tiene la mayor población penitenciaria de la UE, el único que parece estar vacunado contra las esposas, el coche celular y el camino de Alcalá-Meco sea Bárcenas. Y, aunque mi natural benévolo no es compatible con pedir prisiones incondicionales, no me queda más remedio que plantear una disyuntiva terrible: o encarcelamos a Bárcenas o vaciamos todas las prisiones. Porque si seguimos así, mientras Bárcenas lo va arreglando todo a su conveniencia, toda la porquería del caso se derrumbará -como el vertedero de Bens- encima de la nación y de su Justicia tan teatral y al caso.

Aunque quizá podamos hacer una excepción para que Bárcenas no esté solo: enjaular con él a Carlos Floriano. Porque no es posible superar el cinismo y la desvergüenza con los que viene explicando y ocultando la porquería sobre la que asienta su sillón de ejecutivo. Unas ratas, amigo Mariano, que, si no espabilas, te comerán crudo.