Miedo a la productividad en los hospitales

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera EN ROMÁN PALADINO

OPINIÓN

07 jun 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Entorno, espacio y esperas. Los tres problemas que acucian a la empresa pública hospitalaria. Durante diez años lo expliqué en las aulas de la universidad pública vasca. Seguimos igual, sin propósito de enmienda.

Un hospital es una empresa compleja. Tendente a la obsolescencia y a la ineficiencia, desde el momento en que el grueso de la plantilla de facultativos -los que más gastan- solo trabaja en jornada de mañana. ¿Cuántas horas rinde el ingente capital inmovilizado?

Le han planteado a la responsable de la sanidad gallega algo tan viejo y tan lógico en otras empresas como el turno ordinario de tardes. Ese mismo que hace rentables a las clínicas privadas concertadas. Pero, como dijo el Quijote, «con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho».

Prefieren las peonadas -qué mal suena-, y así todos a lo suyo. La Administración paga y mira para otra parte. Los sanitarios completan su salario, y tan contentos. Los paisanos, ni están ni se les espera a la hora de constituir órganos de encuentro en áreas de salud, para decidir o participar en la toma de decisiones, sobre todo cuando las listas de espera son interminables.

La última moda: acudir a pedir una consulta y que le respondan: «Ya le llamaremos a su domicilio». De esta forma, mientras no se da cita, el paciente está en el perdido limbo, y no en lista de espera. Una manera de maquillar tal situación.

Lo normal, lo deseable, lo eficiente, sería utilizar al máximo las instalaciones. Así no hay problema de espacios. Así se incrementa la atención al entorno. Así se atacan las listas de espera, sin derivaciones a la privada.

Pero es que también aumentan la productividad y el rendimiento de las máquinas e instalaciones. Y, si es preciso, por haber trabajo, se debe crear empleo, antes que destruirlo o paliarlo con horas extraordinarias.

Pero hay santo temor. Mientras la enfermería hace turnos, al igual que otros muchos profesionales, los médicos hospitalarios hacen guardias y peonadas, y por las mañanas, lo que pueden...

Luego nos quejamos de ser un país en el que agosto es inhábil, y a las tardes nadie está en su lugar de trabajo público.

A lo peor es que, como sucede con los ferrocarriles -normales-, hay demasiado interés en que no funcionen, así se justifican políticas de privatización o alternativas buenas para intereses ligados al mal funcionamiento del sector público.