La política como farsa, una vez más

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

10 mar 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Permítanme que les ayude a hacer memoria: temiendo que los ajustes de Rajoy pudiesen llevarlo a la derrota, el PP repitió durante la campaña para las últimas elecciones autonómicas gallegas que su objeto no era juzgar la gestión del Gobierno, sino decidir quién sería el presidente de la Xunta. Contradiciendo esa visión, Rubalcaba pateó Galicia proclamando lo contrario: que el castigo a Feijoo sería un plebiscito contra los recortes de Rajoy. Pues bien, tras la arrolladora victoria del PP y la derrota clamorosa el PSOE, Rajoy asumió el éxito como suyo mientras Rubalcaba insistía en que aquí se había votado en clave regional.

Es la farsa de la política en estado químicamente puro, según resulta fácil de apreciar: lo que hoy es blanco se convierte en negro al día siguiente y viceversa. El politólogo Fernando Vallespín, que ha dedicado al asunto un libro imprescindible (La mentira os hará libres), lo explica de forma magistral: vivimos en una constante situación de simulacro, como si estuviéramos asistiendo a una farsa, de forma que la política democrática está cada vez más dominada por la ficción o el puro engaño.

Lo ocurrido en Ponferrada hace dos días constituye otro ejemplo inmejorable de esa política de los farsantes que, al ocultar los hechos objetivos bajo los espurios intereses de partido, degrada la calidad del sistema democrático.

Y es que lo acontecido en Ponferrada es meridianamente claro: el PP tiene 12 de 25 concejales; el PSOE 8, tras el peor resultado de su historia; y cinco más una candidatura independiente liderada por un exalcalde, expulsado del PP al ser condenado en el 2002 por acoso sexual a una concejala. Apoyado por esos cinco ediles, el PSOE gana una moción de censura y su candidato sustituye al alcalde del PP.

Los hechos, pues, no admiten discusión: el PSOE ha ganado con el voto de un delincuente sexual y los de la candidatura que este lideró. Y lo ha hecho, para más INRI, el Día Internacional de la Mujer.

Felices con la nueva alcaldía, pero temiendo las reacciones de una jugada tan sucia e impresentable, los dirigentes del PSOE articulan entonces sobre la marcha dos discursos, no tan contrapuestos como a simple vista pudiera parecer: en el colmo del cinismo, Óscar López, secretario de organización, destaca que el pacto incluye el abandono del concejal condenado por acoso y que, por tanto (¡qué inmensa cara dura!), el PSOE ha contribuido a echar de la política a un delincuente sexual? El mismo que le ha puesto en bandeja la alcaldía. Rubalcaba, consciente de lo burdo de la argumentación, exige al nuevo alcalde que dimita, hasta que el acosador renuncie al puesto. Es decir, exige a su compañero que obtenga la alcaldía sin el acosador? pero con los votos de los concejales de su candidatura. ¡Y aún dicen que hay desafección política!