Un botarate nada despreciable

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

07 mar 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La política y la diplomacia volvieron a mostrar ayer su gran capacidad de simulación. La mayor parte de los gobernantes del mundo no sentían la menor admiración por Hugo Chávez. Sin embargo, si se leen los mensajes enviados a Caracas y los testimonios de los cancilleres, parece que hubiera fallecido uno de los líderes más apreciados por todos ellos. Ninguno quiso quedarse atrás en palabras de cortesía. De reconocimiento sería mucho decir, pero cortesía, a raudales. Es que la muerte sigue engrandeciendo al difunto y en relaciones exteriores no hay amigos ni enemigos; solamente hay intereses. El interés de Venezuela se llama básicamente petróleo, las inversiones no tienen fronteras y los seguidores de Chávez son potenciales consumidores.

Si hiciéramos un sondeo para encontrar una definición popular del presidente difunto, posiblemente saldría esta: un botarate. No hubo país, salvo los dirigidos por populistas de escaso aprecio a la libertad, con el que no haya creado un conflicto. La selección de sus frases no ofrece ningún rasgo que merezca estima intelectual, sino vulgares asomos de provocación. Sus canciones en mítines y actos públicos han servido de nota pintoresca en los telediarios. Sus gestos eran narcisistas. Sus discursos, procaces. Su actuación general, de dudosa sensatez para una mentalidad occidental.

A su política podemos llamarle populista o directamente demagógica. A él podemos llamarle caudillo o directamente dictador. Es seguro que no supo administrar el potencial económico de Venezuela. Es también seguro que no supo atraer inversiones a su país. Cambió el talento por las lealtades serviles. No fue capaz de crear una clase media, sino una clase de estómagos agradecidos. Y deja una nación de votantes pensionados que la estadística presenta como elevación del nivel de vida y disminución del índice de pobreza?

Sin embargo, tenía algo. Conectaba con millones de personas. Fue presidente elegido. Creó escuela entre sus vecinos de región. Se alzó con el liderazgo de los regímenes indigenistas de América. Todos le admiran, le siguen, tratan de hacer una política parecida de nacionalismo primario y están hoy de luto por su desaparición. Nos preguntamos si el chavismo sobrevivirá a Chávez, y sospecho que la respuesta sea afirmativa, porque ya es un movimiento político incrustado en Venezuela y que trasciende sus fronteras. Aunque su sucesor pierda las próximas elecciones, su herencia está ahí. Chávez habrá sido un botarate, pero el chavismo, bolivariano, demagógico o caudillista, sigue ahí. Y mucho me temo que, en la crisis que nos azota y ante el desprestigio de la política clásica, puede echar raíces en cualquier país.