Todos de acuerdo. La democracia es el menos malo de los sistemas políticos, que decía Churchill. Y la clase política que nos ha tocado padecer no la vamos a cambiar de aquí al jueves. Pero tiene que haber otra forma de hacer política. Tiene que existir otro modo de entender el servicio público. Y tiene que haber otra forma de entender el respeto.
Porque no puede ser que tengamos que sufrir al ministro Montoro hablando de ruindad, precisamente él, cuando se le pregunta sobre los sobresueldos que, por lo visto, circulan en su partido. Ni que tengamos que asistir al enésimo capítulo de las andanzas del «duque em... Palma... do». Ni que nadie nos explique cómo se otorgan los indultos y privatizaciones a amigos y por qué se gobierna para bancos y multinacionales. No puede ser que media España sobreviva con dificultades mientras nos dicen que esto va viento en popa. Ni que nos roben a manos llenas ante nuestros ojos.
Tiene que haber otra forma de hacer política. Razonable, sensata, respetuosa con los contribuyentes. Sin soberbias. Con modales. Tiene que existir otra forma de servir al país y a sus pinganillos sin estar instalados en el desprecio. No es mucho pedir.