¿Pasa el futuro del Deportivo por quien lo arruinó?

Fernando Hidalgo Urizar
Fernando Hidalgo EL DERBI

OPINIÓN

11 ene 2013 . Actualizado a las 13:07 h.

Lendoiro calificó ayer su gestión al frente del Deportivo con un notable. Justo el día en el que solicitó en el juzgado el concurso de acreedores se vanaglorió de haber hecho bien las cosas al frente del club. Y justo en el mismo día en el que dio oficialidad a la ruina del Deportivo que él gestiona. «No nos quedaba ni un euro», llegó a decir.

Una vez más se puso de manifiesto el tipo de personaje ante el que nos encontramos, alguien capaz de reírse de todos los aficionados del Dépor con una naturalidad pasmosa. Alguien para el que la autocrítica es calificar su gestión como notable en lugar de sobresaliente y que no contempla otro escenario que no sea con él al frente de la entidad que ha arruinado.

Y aquí radica el problema a partir de ahora. Si el Deportivo ha llegado a su actual situación de ahogo económico no se debe a una crisis sobrevenida. Al Deportivo no le sucede lo que a numerosas empresas españolas, que ven cómo año a año van mermando sus ingresos de forma alarmante y que se ven obligadas a ir tomando todo tipo de medidas legales para sobrevivir.

En la entidad blanquiazul sucede algo bien diferente. El Deportivo tiene un contrato de televisión de 18 millones de euros (o más), es decir, sin merma con respecto a hace un lustro; tiene más de 25.000 socios, tiene un patrocinador y unos jugosos ingresos publicitarios. El importe de su cifra de negocio en la anterior temporada que disputó en Primera (2010-2011) fue de 32 millones, solo uno menos que por ejemplo en el 2009. Y para la actual temporada tiene un presupuesto de 40 millones de euros. El problema no está en la disminución de los ingresos, por tanto. Está en la enorme deuda acumulada fruto de un modo de hacer las cosas.

Lendoiro comienza a parecer un personaje crepuscular. Parte de una época en la que la gestión se confundía con la marrullería y en la que se benefició del miedo al fútbol que se instauró en la clase política española. De esta forma pagó a Hacienda como y cuando quiso. Y no pagó como y cuando le dio gana. Con los bancos, otro tanto. Le prestaron dinero sin garantías suficientes y siempre que quiso logró renegociar.

Pero las reglas del juego cambiaron. Hacienda reclamó lo suyo, el castillo de naipes se derrumbó y nos dimos cuenta de que Lendoiro estaba desnudo. Por eso, ahora, procede: ¿De verdad puede seguir al frente del Deportivo el hombre que lo ha arruinado?