¿Qué debe hacer el alcalde de Lugo?

OPINIÓN

17 nov 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Si me permiten recurrir a la experiencia, les recuerdo que hace 24 años, el mismo día que me procesó la extinta Audiencia Territorial de A Coruña, presenté mi dimisión y me dispuse a soportar a pie la carga de la caballería. Hoy, con la madurez que me dan los años, la amplia perspectiva que me da la historia, y la contemplación de lo que desde entonces ha venido sucediendo en todos los casos de judicialización de la política o de politización de la Justicia, estoy convencido de que aquel día cometí el mayor error de mi vida, que actué como un pipiolo inocentón y crédulo, y que yo mismo puse las bases para un linchamiento inmisericorde y descarado del que solo yo guardo recuerdo, porque a todos los demás que participaron en él les da mucha vergüenza que se les recuerde que estuvieron allí.

El criterio que mantengo desde entonces es que no se debe permitir que un juez instructor pueda liquidar una etapa política, o un núcleo dirigente, o ejemplares y trabajadas carreras políticas y de servicio al Estado, por el simple procedimiento de imputar por aquí o por allá, preguntarle cuatro cositas a cada uno, meterlo todo en la nevera y esperar a que el tiempo y las normas procesales generen unas consecuencias irreparables que en absoluto responden a una sentencia, ni a una justicia proporcionada y diligente, ni a un sentido moral de la política y la vida. Entre los cientos de casos que se pueden citar como ejemplos, que yo suelo completar con sentencias firmes absolutamente impresentables que solo responden a la inercia imparable de los procesos mediáticos imprudentemente iniciados, está la reciente absolución de dos concejales de Ourense, que, si ellos me permiten decirlo, también hicieron el canelo y se dejaron arrastrar por un discurso pseudoético, claramente interesado, que cercenó injustamente sus carreras.

Así que si yo estuviese en el lugar de Orozco, permanecería en la alcaldía, reivindicando mi honor y el prestigio acumulado, el valor de la política, la igualdad e independencia de los tres poderes constitucionales y el cúmulo de legitimidad que le permite servir a su pueblo y al Estado haciendo lo que tiene que hacer. El PSOE ya se equivocó, creo, contribuyendo a la liquidación sumaria del alcalde de Ourense. Y eso me hace pensar que Orozco no puede cerrar su historia agachando las orejas y saliendo -¿a cambio de qué?- por la puerta de atrás.

Claro que este artículo quedaría mejor resuelto con cuatro tópicos -todos laudatorios- sobre la Justicia, sin necesidad de asumir, como estoy haciendo, el riesgo de columpiarme. Pero yo solo alabo a Diosiño bendito. Porque ya no tengo años para andar condescendiendo con formas decimonónicas -innecesarias y poco cuidadas- de hacer justicia, que no me suscitan ningún valor ni emoción positiva.