Cataluña bajo el volcán

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

11 nov 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

S i nada logra impedirlo, el sectario delirio territorial del nacionalismo catalán -que ha encontrado su mejor cómplice en la ambigua cobardía de un PSC que lo acompaña, insensato, hacia el abismo-, convertirá las elecciones del 25 de noviembre en un plebiscito en toda regla sobre la convocatoria de un referendo de autodeterminación.

Ello permitirá a CiU burlar de un modo fraudulento uno de los objetivos primordiales que toda elección democrática debe perseguir -poner a debate la responsabilidad de quien gobierna-, pero provocará, sobre todo, un efecto de imprevisibles consecuencias para todos: que, de la noche a la mañana, podríamos encontrarnos ante la más grave crisis producida en España desde la aprobación de la Constitución. Uno destapa la caja de los truenos y después, aunque quiera (y todo indica que CiU no quiere) ya no es capaz de controlar la tempestad que su irresponsabilidad ha desatado.

El mismo día que los revolucionarios tomaron al asalto la Bastilla, el rey Luis XVI escribió «rien» (nada) en sus diarios. Aunque cueste creerlo, la inconsciencia de un gobernante ante la situación que le rodea puede llegar a ser de esa envergadura. El rey, que perdería finalmente su cabeza, estaba convencido de que nada pasaba en su país cuando su país estaba a punto de iniciar la segunda gran revolución del siglo XVIII.

CiU, Esquerra y los comunistas catalanes, borrachos de patriotismo, y el PSC, incapaz de ejercer el derecho a resistir y a «ser impopular» al que se refería el gran filósofo Isaiah Berlin, no quieren plantearse el descalabro descomunal que en la convivencia entre España y Cataluña y entre los propios catalanes va a suponer ese referendo que exigen con una irresponsabilidad escalofriante, como si desconocieran el dolor monumental, individual y colectivo, que la independencia podría suponer para millones de personas.

Dejando de lado la ruptura de un Estado que lleva existiendo varios siglos, lo que es mucho dejar de lado, ciertamente, la independencia sometería a cientos de miles -quizá millones de personas- al insoportable dilema de seguir viviendo en un Estado que ya no será el suyo o asumir el coste, inmenso en todos los sentidos, de un traslado. Cataluña, desde donde se produciría, sin duda, un éxodo masivo, se convertirá, que nadie lo dude, no solo en una fuente de grandes preocupaciones, sino también en una vergüenza para Europa.

Cataluña vive hoy, por eso, bajo un auténtico volcán, que podría entrar en erupción el día 25, pero muy pocos parecen allí querer enterarse del peligro en el que están. El riesgo es que solo lleguen a apreciarlo de verdad cuando sea ya tarde de más: es decir, cuando la lava de una locura independentista desatada lo invada todo y no queden ya más títeres con cabeza que los del nacionalismo.