La independencia de coña

José Carlos Bermejo Barrera FIRMA INVITADA

OPINIÓN

04 nov 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Las naciones y los nacionalismos han sido los responsables del logro de las mayores glorias y miserias de la cultura occidental. Gracias a ellos se creó el estado burocrático-racional y lo mejor de la literatura, la filosofía, la música y las artes contemporáneas. Pero también trajeron docenas de guerras, con sus sacrificios, esfuerzos y la degradación humana y la miseria moral que a todas las guerras acompaña. Un estado-nación se define por la posesión de un territorio con fronteras y por el ejercicio en él de la plena soberanía nacional, que faculta al estado a ejercer la violencia legítima dentro de su territorio y enfrentarse violentamente con otros estados.

Un estado controla su economía dictando leyes y acuñando su moneda, lo que le permite tener una política monetaria y fiscal propia, además de protegiendo sus productos con tasas aduaneras. El control de su economía será la base del bienestar de la sociedad y lo que permita la creación cultural en todos y cada uno de sus aspectos en su propia lengua o lenguas. Partiendo de esta base, un estado-nación concibe su relación amistosa u hostil con otros estados. En los siglos XIX y XX se creía que la nación solo vivía con plenitud en la guerra, pero en el siglo XXI se cree, por el contrario, que los valores de la paz y la convivencia son superiores a los de la pasión y el enfrentamiento armados, porque hemos aprendido las lecciones de tantas guerras nacionales, de dos guerras mundiales y de guerras civiles, como es el caso de España. Por ello las competencias del estado-nación se están difuminando cada vez más en marcos supranacionales.

Las naciones han de ser sin duda objeto de admiración y respeto. Un paseo en Verdún por los cementerios militares franceses, ingleses y alemanes, en los que las hileras de tumbas se pierden en el horizonte, inspira los sentimientos de compasión y tristeza ante tantos cientos de miles de vidas perdidas en nombre de la sangre y el suelo patrios, unidos casi siempre al nombre de Dios o la fe. Pero en la España del 2012, sin embargo, ya nadie sabe ni lo que es una nación ni el nacionalismo, porque ya nadie sabe qué significa nada en el lenguaje de unos políticos que se han convertido en trileros de las palabras, los sentimientos y los sufrimientos de la gente. Todos comparten este mérito, pero entre ellos A. Mas ha logrado la excelencia.

Propone Mas la siguiente independencia. Partiendo de que España es un Estado hostil, le propone esto: si no me dejas que te pida la independencia la gente la va a querer. Por eso es mejor que me digas que me la vas a dar para que yo no te la pida y entonces me la des cuando yo no la quiera, porque quiero llegar a un acuerdo contigo. Cataluña, dice Mas, quiere ser independiente con permiso de España y gracias a un referendo. Si la legalidad española no se lo permite, recurrirá a la legalidad europea, porque quiere estar en Europa. Pero si Europa le dice que no, entonces, para estar en Europa recurrirá a la legalidad extraeuropea. Así tendremos una Cataluña independiente bilingüe en inglés y catalán con el fin de relacionarse mejor con sus vecinos no hostiles, Francia, Italia y Alemania, todos ellos países anglófonos. Cataluña será independiente dentro de Europa y el euro porque ya está en Europa, porque España está en Europa y Cataluña está en España, aunque evidentemente no es España. Por ello Cataluña no tendrá fronteras con nadie, ni tampoco con España, a la que exporta más del 40 % de su producción de modo hostil. Cataluña seguirá en la OTAN sin ejército y la defenderá otro ejército, según Mas, el español, que es hostil por definición. Dice el conseller del Interior que los Mossos d'Esquadra son el germen de la columna vertebral del Estado catalán y defenderán a Cataluña, pero el sindicato de los Mossos dice que de ninguna manera. No parece que quieran morir por la Cataluña en la que, según Mas, habrá copago sanitario, se pagarán peajes en todas las autopistas, se retrasará la edad de jubilación y habrá que hacer recortes para ser modernos. Y en la que, no dice Mas cómo, se le quitará la nacionalidad española a los catalanes que la quieran mantener; no dice tampoco si para ello será necesario dividir Cataluña en dos; si se federará con Valencia y Baleares o volverá a reconquistarlas. Ni qué pasará con las empresas y bancos catalanes cuyos clientes son españoles si Cataluña queda provisional o definitivamente fuera del euro; si es así, qué moneda creará y cómo será convertible. Mas toma como modelo la independencia de Escocia, sin decir que Inglaterra no tiene Constitución y los escoceses van a a seguir dentro de la libra y del Ejército británico, con un nivel de autonomía que ya tiene Cataluña.

¿De qué estamos hablando aquí? ¿De morir por Cataluña o de forrarse en ella? Desde luego no del dolor, el sufrimiento y los logros de tantas naciones y nacionalismos, incluido el catalán, que merecen respeto y no ser la calderilla de un trapicheo político oportunista.