El coste del fracaso escolar

Celso Currás
Celso Currás NUESTRA ESCUELA

OPINIÓN

04 nov 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

La educación es una de las principales políticas activas de empleo. Si las tasas de fracaso escolar fuesen menores, el impacto de la crisis, especialmente en el desempleo, no hubiese sido tan fuerte. Esta es una de las conclusiones del reciente trabajo de la Fundación BBVA sobre la rentabilidad privada y fiscal de la educación en España. Los malos resultados escolares suponen nada menos que un 60 % del gasto público en educación.

España invierte por alumno más que la media europea. Una parte importante de este dinero se recuperaría con posterioridad, en impuestos y menores prestaciones por desempleo de los ciudadanos que estudiaron, si no fuese por el elevado fracaso escolar que padecemos. Los porcentajes de repetición de curso o de salida prematura del sistema son más del doble que la media europea. La estrategia de Lisboa del 2000 había marcado el objetivo de un máximo del 10 % de abandono en el 2010. ¡Hoy estamos en el 26 %! En el estudio Educación para todos, de la Unesco, correspondiente a este año, se afirma que España es el primer país de Europa en términos de fracaso escolar y de mala inserción laboral de su juventud.

Los jóvenes que fracasan plantean dos grandes problemas. Cuando están estudiando, exigen del erario público unos gastos extraordinarios para solucionar problemas de aprendizaje: educación compensatoria, orientación, profesores de apoyo, programas especiales, etcétera. Luego, en su vida profesional, están abocados a ingresos bajos o al desempleo. Por eso, un país como el nuestro tiene tantas dificultades para mantener una tasa elevada de empleo e incluso de cohesión social.

Reformar el sistema educativo es necesario, pero no suficiente. Si el alumno es normal, las principales causas del fracaso escolar no están en la escuela, sino en su familia o en su entorno. En ellos han de incidir también las políticas sociales y educativas. Por supuesto que hay malos profesores o directivos y centros docentes que no funcionan bien, pero la motivación y hábito de estudio, el orden o la disciplina corresponden a los padres. Estos valores constituyen la mejor prevención contra la repetición de curso o la desvinculación progresiva del centro escolar. Poco más hace falta que sentido común para conseguirlos y, sin embargo, siguen brillando por su ausencia.

Mientras no nos convenzamos de esto, continuará habiendo reformas, seguirán aumentando los presupuestos para educación, se diseñarán nuevas medidas de prevención y corrección educativa, pero no conseguiremos disminuir los porcentajes de fracaso escolar. Tampoco, por lo expuesto, los índices de desempleo o, aunque parezca una exageración, la crisis económica.