El titán García Calvo

Ramón Irigoyen
Ramón Irigoyen AL DÍA

OPINIÓN

03 nov 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Siempre creí que las personas de fuerza excepcional -Alejandro, Julio César, Teresa de Ávila, Franco, Lola Flores, Agustín García Calvo, Fidel Castro- son inmortales. Pero el fallecimiento de García Calvo demuestra que, de la lista mencionada, ya solo puede ser inmortal Fidel Castro, que, cuanto más lo entierran sus enemigos, él más nos demuestra que sigue vivo. García Calvo, magnífico latinista, helenista, poeta, dramaturgo, ensayista y espléndido orador, no podía morirse. Un hombre que, como él, podía resistir dos o incluso tres horas seguidas hablando en público, nos inducía a pensar que para él no se había hecho el envejecimiento de las células. Como filólogo, García Calvo debutó con una tesis doctoral sobre prosodia latina, la ciencia, en el caso del latín, teológica que estudia las particularidades de los sonidos que afectan a la métrica. Por no habernos llegado discos del mundo latino, nadie, salvo Agustín García Calvo, sabe cómo se pronunciaban las palabras latinas, ni mucho menos cómo funcionaba el misterio llamado de la cantidad de las sílabas. Por tanto, ser experto en prosodia latina es lo más parecido a ser experto en inmortalidad del alma. García Calvo, luchador antifranquista -perdió su cátedra de latín de la Universidad Complutense por encabezar una célebre manifestación-, ha sido un actor extraordinario. Como dijo de sí mismo Augusto para la hora de su muerte, «plaudite». Aplaudid.