Galicia, colmena única

Lois Blanco PAÍS PAÍS

OPINIÓN

12 ago 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

El país amenaza ruina y día a día le tiramos piedras. El dúo Méndez y Toxo monta la canción del verano pidiéndole a la Corona un referendo. Griñán tiene que gobernar Andalucía con un diputado de Izquierda Unida que se cree la reencarnación de Curro Jiménez. Los ministros económicos mienten como san Pedro antes de que cada mañana cante el gallo. Artur Mas se echará a la calle para que Cataluña goce de privilegios fiscales. ¿Estamos locos o qué? Mientras tanto, solo los intereses que España tendrá que pagar el próximo año por su deuda pública alcanzan los 33.000 millones de euros. Cinco veces más que el ahorro obtenido con los recortes, por ejemplo, para la compra de medicamentos.

La intervención de España -o la tutela, si prefieren palabras dulces- es un hecho irremediable desde hace meses, como lo es en Italia, donde los que rigen los designios del euro aprovecharon el bunga-bunga de Berlusconi para imponer a uno de los suyos como primer ministro sin pasar por las urnas. Muestra evidente, para quien quiera verlo, del estado de excepción en el que estamos españoles e italianos.

La crudeza de los recortes que faltan por llegar dependerá de que la espiral de empobrecimiento y recesión impida a nuestro país o no cumplir con los requisitos de déficit asumidos meses atrás e ineludibles. Y dependerá también de la señora Müller, una jubilada que reside en Baviera. ¿A usted qué le importa esa señora? Nada, porque la probabilidad de cruzarse algún día con ella es casi nula. Y todo porque su voto, como el de los Wolf o el de los Kahn, lo necesita Angela Merkel y todos los que anhelan el sillón de su Cancillería. Es decir, hay que convencer a la señora Müller de que a los españoles nos han metido en vereda para recibir el auxilio verdadero del Banco Central Europeo.

Se ha caído el telón y se ha acabado la función: no hay flujo de caja, no hay fiadores, no hay credibilidad y no queda otra que recomponer el país heredado de la transición en un ejercicio de responsabilidad compartida. Pero para eso tienen que dejar de pagar la crisis solo justos por pecadores. Los que dieron los pelotazos en los años de vino y rosas han hecho hucha para vivir al margen de la Seguridad Social, de la educación pública, de la pensión o de los 400 euros para parados de larga duración, pero los demás, no. Antes de acometer una nueva oleada de recortes en prestaciones básicas toca fumigar hasta desinfectar la colmena de tinglados administrativos que no hay dinero para costear.

Meter la tijera en la colmena cuesta porque ha de hacerlo la misma clase política educada en la compra de votos con el presupuesto público para seguir de reina del panal. Sin embargo, como esta crisis ya no es solo económica sino política, como ya nada es intocable desde que Rajoy y Zapatero cambiaron la Constitución en una sala de estar de Moncloa y porque en la nuca se escucha el aliento de la jubilada señora Müller, en unos años el café para todos con el que se hipertrofió el tinglado autonómico va transformarse en achicoria para muchos.

La fumigación de la colmena gallega no puede ser como la mayoría de las demás, porque no hace falta enumerar cuáles son los tres territorios que cuentan con razones culturales, lingüísticas e históricas que los hacen mucho más que singulares. El actual presidente Feijoo está en la necesidad, también para seguir siéndolo, de responder al desafío de ajustar el aparato autonómico hasta hacerlo sostenible, sin renunciar ni un ápice a la identidad propia de las instituciones de Galicia. Y lo mismo la oposición.

Unos y otros van a estar entretenidos de forma inminente y paso previo a las elecciones para recortar los 75 diputados del Parlamento, a iniciativa del PP. Que no hacen falta tantos está visto, pero que sean diez, veinte o treinta menos es casi indiferente si se prorrogan privilegios ilógicos, o si se acentúan los vicios del sistema que provocan que el voto de un coruñés o de un pontevedrés cuente casi la mitad que el de un lucense o un ourensano. La marginación positiva de las dos provincias menos pobladas de Galicia otorgándole bastantes más diputados de los que les corresponden por habitante fue y es un síntoma de inmadurez en el desarrollo del proceso autonómico.

Si sus señorías fuesen corajudas no se quedarían en una poda de asientos en el hemiciclo, sino en dar un paso al frente y entender Galicia como una unidad en sí misma y, por tanto, una única circunscripción electoral, en vez de las cuatro provinciales. Desaparecerían de un plumazo baronías y las reivindicaciones localistas no escandalizarían los oídos de la jubilada señora Müller, que a la postre es la que tiene que avalar las deudas en las que han enfangado a España veinte años de irresponsabilidades de una clase política que o bien se regenera o la regeneran.