Y Rajoy cogió la motosierra

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

12 jul 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Lo que tenía que ocurrir, ocurrió. El presidente Rajoy desveló su nuevo programa, y se confirmaron los peores pronósticos: la situación es funesta, las soluciones son muy duras. Algunas, incluso peligrosas. Subir el IVA tres puntos nos iguala al conjunto de Europa, pero, como venimos predicando, es una bomba bajo el consumo, es un impulso negativo a la recesión y puede ser, por tanto, una nueva fuente de desempleo. Pero no hay otra opción: Rajoy demostró que su prioridad es combatir el déficit y reducir la ya insoportable deuda. Si con este sacrificio general lo consigue, lo pasaremos peor, pero habrá valido la pena. Como el Estado ingrese lo mismo o menos por la reducción del consumo, será el gran error de la legislatura.

Después están las reformas administrativas. La relativa sorpresa es que se ha pasado de demonizar a las diputaciones por innecesarias, a convertirlas en eje del ahorro y encomendarles gran parte de la gestión de servicios municipales. En vez de proceder a una mayor descentralización para acercar la gestión al ciudadano o de promover la fusión de ayuntamientos, se rehúyen los conflictos sentimentales, se vacían las corporaciones de concejales, y se piensa que con eso se ahorran más de tres mil millones. Crítica: otra vez se actúa por la parte débil de las Administraciones y, como dijo Rosa Díez, se dejan sin tocar las entrañas del Estado. Sigue siendo la asignatura pendiente de la carestía, por no decir la ruina nacional.

Y otros factores que me niego a aplaudir: unas acciones del volumen y la intención como las decididas por Rajoy no debieran afectar tanto a los más débiles. Reducir las ayudas económicas por dependencia es muy pobre y ofensivo para multitud de familias. Estimular el empleo por la vía de rebajar las prestaciones por desempleo es suponer que los parados lo son de forma voluntaria. Y quitar la paga de Navidad a los funcionarios es actuar sobre un colectivo fácil de castigar, con una medida que recuerda demasiado lo hecho en Portugal cuando se decretó su intervención.

Pero, señores, es lo que hay, y Rajoy actúa en lo que puede, como puede y con la voluntad de salvar a este país. Así de vulgar, así de grandilocuente, y hay que reconocerle al menos la valentía de afrontar la realidad con notable riesgo de rechazo de muchos colectivos sociales. Yo creo que, en la práctica, España está intervenida, pero respeto mucho a un presidente que adopta sus decisiones con datos internos de España. Lo que sigo echando en falta es un plan de crecimiento. Si hay que esperar a que los sacrificios tengan efectos en las cuentas públicas y esos efectos actúen de motor de la economía, solo puedo decir lo de siempre: nos queda mucho por sufrir.