Trazo grueso

Carlos Agulló Leal
Carlos Agulló EL CHAFLÁN

OPINIÓN

06 jul 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Imaginamos un plan minucioso y llevado a cabo con la precisión de un relojero suizo. Creímos que detrás del robo más sorprendente de la historia de la delincuencia en Galicia estaría un ladrón refinado y culto, un garboso truhan de película que podría diferenciar la copia del original solo con el olfato. Incluso Umberto Eco o Dan Brown podrían haber sido la inspiración de un delirio que había animado a alguien a llevarse limpiamente la joya bibliográfica de la catedral de Santiago.

Pero no. La historia del Códice Calixtino estaba escrita con trazos mucho más gruesos. Con el rudo proceder, al parecer, del electricista vengativo -teimudo más que taimado- que se desempeñaba bien en medio de la nada sofisticada red de custodia de los tesoros catedralicios. Ya lo había advertido en su día el guardián del Códice: el autor podía haber venido de lejos para llevárselo a los mercados ocultos, pero a él le parecía que bien podría ser alguien «que andaba nos pes». Alguien del que nadie pudiese sospechar tamaño atrevimiento, alguien familiarizado a ver a los confiados dueños de la casa en zapatillas.

Muchos cabos quedan por atar -como la procedencia del millón largo de euros-, pero el hallazgo aporta pistas sobre el genuino comportamiento de un resentido del país. Protagonizó un robo que hubiese firmado cualquier refinado de guante blanco, pero se ve que el beneficio buscado era la humillación de quien identificó como causante de sus males. Incluso el lugar en el que durmió durante un año el Códice tiene ese aspecto cutre y desaliñado que amenaza con caracterizar nuestro paisaje. Menos mal que no acabó en el fuego de San Juan.