Antes se agotan la mano y la pluma que su historia

OPINIÓN

05 jul 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Así, como reza el título, se refiere el Códice Calixtino a la vida y hechos de Carlomagno (Libro IV, cap. XIX). Y así podremos referirnos desde ayer al propio Liber Sancti Iacobi (libro de Santiago) que, merced a un año de lamentable secuestro, pasó de ser un valioso tesoro para expertos y devotos del culto jacobeo, a convertirse en uno de los códices más populares de cuantos se acumulan en nuestros museos, bibliotecas y catedrales. Bendito sea Dios que lo preservó intacto en su zulo miserable, y gracias al Apóstol que obró el milagro de su regreso a la basílica de Compostela.

Las gracias también hay que dárselas al Cuerpo Nacional de Policía, que obró con cautela y acierto ejemplares, y que, gracias su Brigada de Patrimonio Histórico, viene demostrando que en España ya no es rentable robar o destruir el acervo cultural común. En el capítulo de agradecimientos también debe figurar el juez Vázquez Taín, que supo contener los impulsos de una recuperación fulgurante, para asestar el golpe a la chapucera banda criminal antes de que le diese tiempo a ocultar o destruir tan valiosa prueba y el importante tesoro que habían acumulado.

A la hora de las felicitaciones, y antes incluso de mencionar al arzobispo y al cabildo, a los feligreses de la diócesis y a todos los ciudadanos de Galicia, quiero compartir mi alegría y afecto con el deán de la catedral, don José María Díaz, a quien el hallazgo le hace justicia en su función de buen gestor y custodio de esta joya y de todo el archivo catedralicio. Porque el asalto patrimonial vino de dentro -como él supuso desde el primer momento-, y porque hasta ahora no era exigible prever la necesidad de una vigilancia de vigilantes en una cadena sin fin. Cuando el autor o el cómplice actúan desde dentro ningún museo del mundo es inexpugnable, y la catedral de Santiago tampoco, aunque ahora hayamos aprendido cosas que pueden llevar futuros intentos de robo al filo de lo imposible.

El lamento lo relaciono con J.?M. Fernández Castiñeiras, que con su cutre y sacrílego golpe logró el mismo objetivo -la fama imperecedera- que buscaba Eróstrato cuando incendió el templo efesio de Diana. Y espero que esa ventaja no se extienda al garaje de su propiedad, que en este momento debe de ser el local más visitado del barrio dormitorio de O Milladoiro.

Y lo que hay que aprender es evidente: lo que tiene que ser inexpugnable hay que hacerlo inexpugnable. Y el manejo de lo inexpugnable debe hacerse mediante protocolos que hagan que el Códice Calixtino, y todo lo que en valor y simbolismo se le acerque, solo sea accesible en presencia plural de expertos que garanticen su tratamiento y seguridad. Dicho lo cual, todo es gloria y contento, a la espera de la ceremonia que certifique, en presencia del pueblo cristiano, la vuelta del Códice a la casa del Apóstol.