Cómo crear un estúpido conflicto de Estado

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

18 may 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Lo ocurrido con el viaje de la reina doña Sofía a Londres es, a medias, grandioso y chusco. Grandioso, porque solo hay un antecedente conocido de un viaje real suspendido por indicación del Gobierno. Fue cuando el señor Aznar dijo públicamente que una visita del rey Juan Carlos a Cuba se haría cuando conviniera. Si ahora el Gobierno desaconseja un viaje a Londres de la reina, para asistir a un almuerzo de aniversario de Isabel II, es un episodio lleno de lógica en las monarquías parlamentarias: los reyes nunca hacen nada contra el criterio de quien ostenta la mayoría. Hasta ahí podríamos calificar la cancelación del viaje como coherente con los principios democráticos y alabar el impecable papel de la Corona y los miembros de la familia real.

Sin embargo, hay dos notas que permiten calificarla como chusca. La primera, la dudosa coherencia del ministro de Asuntos Exteriores, que en una semana pasa de considerar el viaje como estrictamente privado a darle el valor de asunto de Estado en que el Gobierno interviene con un veto al más alto nivel. Con criterios así de erráticos, no podemos presumir de lógica en política exterior. La segunda, la desproporción entre la causa motivante y los efectos producidos. La causa fue la suspensión de las conversaciones sobre pesca en el entorno de Gibraltar, un asunto puramente administrativo. Quizá se pueda añadir el «feo» británico de enviar a Gibraltar al príncipe Eduardo y señora, cosa que se podría saldar con una nota de protesta. El efecto ha sido la creación de un gran conflicto diplomático que implica a la jefatura del Estado.

Tanto es así, que mi primera impresión fue que el Gobierno trataba de crear ese conflicto para amortiguar el tenebroso clima económico que tiene acongojado al país. ¡Qué iluso soy! Los gobernantes casi nunca son tan inteligentes ni maquiavélicos estrategas. En este caso, si quisieron dar un golpe de autoridad, no lo han querido mantener e incluso han insinuado que todo ha sido iniciativa de la reina «por su amor a España», y que viva el tópico nacional y cañí.

Y, aunque mantuvieran ese golpe de autoridad, no ganamos nada con poner piedras en la rueda de las relaciones entre casas reales. Al revés: la prensa británica habla de desaire, se incita a los gibraltareños a enrocarse, terminaremos por poner una patrulla de la Guardia Civil al lado de cada pesquero, esas patrullas serán acosadas por la Armada británica, como siempre ocurre, ¿y cómo continuamos la historia? ¿Respondemos con nuestro Ejército, estilo Malvinas? ¡Qué despropósitos, señores! Entre unas cosas y otras, algunos responsables de la gobernación parecen alumnos de primaria. Y cometen la ingenuidad de matar una mosca con un cañón.