Nada hay más incierto que un dogma

OPINIÓN

10 may 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Lo que está desgastando al PP no es el conjunto de medidas de ajuste y austeridad que tiene que tomar, ya que casi todas ellas estaban descontadas por un electorado que ni se chupa el dedo ni cree en los pajaritos de colores, sino el derrumbe sistemático de una dogmática muy infantil y poco inteligente que fue construyendo a lo largo de muchos años de ramplona oposición y que ahora le pasa la dura factura del populismo desencantado. Porque, más allá de haber padecido una metódica ocultación de datos que derivó en un enorme desconcierto -«no me quejo de la herencia -dijo el presidente-, me quejo del engaño»-, el verdadero problema de Rajoy es el permanente desmentido que se hace a sí mismo, hasta el punto de verse obligado a poner en cuestión todas sus promesas y conceptos, para situarse, con muy pocos matices, en donde él mismo había colocado al pobre Zapatero.

A Rajoy se le cae, como es obvio, toda la dogmática económica, al verse obligado a bajar sueldos, aumentar impuestos, a meterle la tijera al Estado de bienestar (educación, sanidad y servicios sociales), a inyectar dinero público a la banca privada -lo de Bankia no hizo más que empezar-, a crear una especie de banco malo para tratar los activos tóxicos, y hacer una reforma laboral basada en la absoluta flexibilidad del empleo. También se la cae toda la dogmática de la seriedad y el prestigio, al verse ninguneado por Argentina y Bolivia, rectificado por Bruselas en su intento de programar con decisión soberana el equilibrio fiscal, obligado a cobijarse en la tenue flexibilidad de Hollande, adelantado en todo por la denostada Italia, acosado por la misma prima de riesgo que hace solo unos meses «ya había descontado -en palabras de González Pons- la victoria del PP», y a gobernar un país que se cita en todas partes como ejemplo de grave preocupación e incertidumbre. Y se le cae, finalmente, la dogmática moral, al verse obligado a cambiar sus criterios sobre la política penitenciaria aplicada a ETA, a modificar su modelo de relación con las asociaciones de víctimas, a romper su coalición constitucionalista con Patxi López, a revisar el tratamiento del 15-M que hace un año le exigía el Partido Popular a Rubalcaba, y a moderar el orden público cartesiano que condujo a los graves episodios policiales de Valencia.

A Mariano Rajoy no se le reprocha lo que hace, sino el haber dicho lo que dijo sabiendo que no lo debía decir. Y eso es lo que está desgastando al PP en una medida que el CIS ha evaluado en 4 puntos de retroceso electoral, y que los ciudadanos ya habían avanzado en los sonoros comicios de Andalucía y Asturias. Ahora empiezan a rectificar, y yo me alegro por ello. Pero no debe ser un plato de gusto para el presidente que la gente piense de él lo mismo que él pensaba de Zapatero: que solo acierta cuando rectifica.