Recetando miseria

Laureano López
Laureano López CAMPO DE BATALLA

OPINIÓN

18 abr 2012 . Actualizado a las 11:01 h.

Cuando a los ciudadanos se los trata como a caballos en un Grand National, cuando los jinetes del Gobierno, de todos los Gobiernos, clavan sobre ellos espuelas y golpean fustas pidiendo un esfuerzo en el galope, cuando a los contribuyentes se les obliga a saltar por encima de fosos y setos kilométricos, entonces los ciudadanos, los que pagan, los que trabajan y sostienen este país, dejan de ser ciudadanos a ojos del gobernante, de todos los gobernantes. Se convierten en caballos.

En este punto de la historia somos caballos. Caballos, muchos, sin alfalfa. Caballos de tiro y a tiro. Nos queda, mientras podamos, relinchar. La receta fue extendida durante los últimos meses, como un canto coral: esfuerzo, esfuerzo, esfuerzo. Como si nos hubiéramos pasado la vida de vacaciones en Roma. Copago. Copago. Copago. Como si no copagásemos ya lo suficiente. Distribución de esfuerzos por renta, desencadenando de paso en esta tormenta perfecta un ataque incluso a los derechos elementales: su médico ya no solo será su médico. Sabrá de cuánto líquido dispone para pagar la guardería de los niños.

Todo ello, al amparo de la coartada más falsa de la historia. De este fin de la Historia. Hemos despilfarrado. Nos hemos relajado. Hemos vivido como ricos. Hemos disfrutado por encima de nuestras posibilidades. Derrochamos en servicios sanitarios. Nos operamos del corazón porque nos aburrimos. ¿Quiénes?, ¿Nosotros, los caballos? Gastamos menos en sanidad y en educación que la media de Europa (de la investigación, mejor no hablemos) pero llegará un día en que digan que abusamos de las escuelas de idiomas, de la educación, de la cultura, de la vida... Hay que relinchar, entonces: Cuando nos piden un esfuerzo no nos lo piden para que aprendamos a convivir sin el Gaiás, o para que podamos caminar solos por la vida sin la ayuda del Senado, o de las diputaciones (solo ellas nos cuestan 22.000 millones de euros al año) o de directores generales de entidades de las que nadie sabe ni conoce su funcionamiento, porque ninguna función cumplen. No han tenido la valentía de poner fin a instituciones hechas a la medida de profesionales de la política que solo valen para que cada cuatro años alternen tronos y despachos. Por eso nos piden todos los días un esfuerzo adicional.

Hoy, en este Grand National delirante alfombrado por gobernantes y banqueros, nos obligarán a pagar un euro cada vez que necesitemos lamernos las heridas. Así es, en fin, su cultura del esfuerzo. Fusta, espuelas, bocado y, además, un euro de más por unas aspirinas. Sí, hay que hacer un esfuerzo. Por eso nos extienden tan alegremente esta receta. Es la fórmula que tienen de seguir viviendo, ellos, por encima de nuestras posibilidades.