¿Cómo que no hay dinero? Yo lo he visto

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

29 feb 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

El señor presidente de Cantabria pronunció ayer la frase que más dicen los empresarios, los políticos, los parados, los empleados, las amas de casa, los hipotecados y hasta los ricos de cuna: «No hay un euro». Yo estoy dispuesto a demostrar que no es verdad, porque un sábado de estos me he dado un garbeo por la milla de oro de Madrid, donde están las tiendas más caras, y no vean ustedes cómo estaban: parecían tiendas de todo a cien, pero eran de todo a cien mil. Mientras hacía como que curioseaba bolsos de señora, ponía el reojo en las cajas, y era un festín: corrían los billetes. Ni una tarjeta de crédito, oigan, que la tarjeta se ha quedado para pobres. Todo billetes. Y lo que me pareció una ilustrativa novedad: nada de billetes de 500, que dejan huella. Los ricos ya pagan en billetes amarillos, de 200 euros, que yo pensaba que no existían.

Vaya si existen. En esas tiendas del todo a cien mil corren con fruición. Los empleados parecen empleados de banca, de la facilidad que tienen para contarlos. Y todos los clientes deben de ser de mucha confianza, porque allí nadie comprueba si los billetes son auténticos. No como usted y yo, que un día llegamos al súper con un billete de 50 y lo someten al rayos X, le ponen una lucecita azul para comprobar que no lo hicimos en la fotocopiadora, le hacen la prueba del carbono 14 y solo les falta pedirnos un certificado de origen. Hasta en eso hay clases.

Tuve la duda de contárselo a Hacienda o a mis lectores, y he decidido contárselo a ustedes, para que se entere Hacienda. No solo es cierto que el lujo se vende bien -dicen que el año pasado subió un 25 %-, sino que burla divinamente los impuestos. ¿Y por qué se lo cuento? Porque nos va a venir un hachazo de recortes, como consecuencia del déficit público encontrado debajo de las alfombras; porque ya se dice que solo con ajustes no se llega al 4,4 marcado por la Comisión Europea y como esa Comisión se ponga burra, no habrá más remedio que ir al copago, pagar por usar las autovías, o lo más temido, que es subir el IVA, que encima los del billete amarillo podrán desgravar.

Y lo cuento también por la última obsesión que tiene el Gobierno (nada improvisada, porque está prevista en la reforma laboral) de rentabilizar el pago del seguro de desempleo. Y lo van a hacer, obligando al parado a realizar trabajos sociales, aunque nadie sepa muy bien cuáles serán, o como si fuera igual limpiar una cuneta que atender a un anciano desvalido. El caso es rentabilizar el dinero de los pobres, que es un dispendio. Y encima, son tan ostentosos que pagan con tarjeta. Y tan desvergonzados, que se dejan controlar. A por ellos, que los del billete amarillo están creando riqueza nacional.