La autonomía número 18

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

25 feb 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

P or fin hay algo más interesante que un partido Barça-Real Madrid: la pugna que se traen Cataluña y la capital de España por la ciudad del juego que se propone construir un magnate llamado Sheldon Adelson. Este señor tiene tanto dinero que figura en el número 16 de los acaudalados del mundo, según Forbes. Debe de ser la perversión en persona, porque toda su fortuna la hizo en el juego, que no figura entre las actividades industriales más honorables. Debe de estar muy bien asesorado, porque ofrece crear doscientos mil puestos de trabajo en el país de los cinco millones de parados. Y explota divinamente la rivalidad entre Madrid y Barcelona, como si pusiera a subasta a Messi o Cristiano Ronaldo.

Viendo cómo se le abren los despachos oficiales, es la edición última de Bienvenido, Míster Marshall, sin Berlanga que lo lleve a la pantalla. Es la versión en negocios de la eterna polémica de si vale todo. Y es la muestra de cómo con potencial económico se pueden obtener infinitas ventajas vedadas al emprendedor normal, por geniales que sean sus ideas: tolerancias legales que van desde el permiso para fumar en interiores hasta la vista gorda en la prevención de blanqueo de capitales; infraestructuras con carreteras sin atascos o estación de metro; y en impuestos, el no va más, nunca mejor dicho: exenciones fiscales a todo plan, reducciones en el IBI y dispensa de cotizaciones a la Seguridad Social. Lo que se dice un paraíso fiscal.

¿Conseguirá este osado jugador todo lo que reclama? Si lo consigue, habrá creado un Estado dentro del Estado, con leyes específicas que afectan desde la protección de menores hasta la prostitución. No está mal: la Ciudad del Juego, ya llamada Eurovegas, puede ser la autonomía número 18. Habrá que dejarle un escaño en el Senado. Pues, de momento, nadie le ha dicho abiertamente que no. Es más: hay testimonios publicados de Artur Mas que confiesa con recelo que Esperanza Aguirre «le lleva ventaja». Y que nadie se escandalice: las grandes multinacionales que se instalaron en España lo hicieron por los regalos que España les hizo. Y han sido regalos muy rentables para el país.

Observo con curiosidad esta pugna. El Estado, a prueba. La vieja moral, a prueba. La rigidez de la ley, a prueba. El nacionalismo catalán, a prueba, porque, si Cataluña gana, se considerará más viable como nación. Pero, amigos, es una gran inversión: nada menos que 15.000 millones de euros. Perniciosa, pero con puestos de trabajo. Poco moral, pero con una previsión de cinco millones de turistas. Espero ansioso el desenlace. Si Adelson se instala finalmente en España y en las condiciones que pide, se habrá demostrado el valor del dinero: hasta las leyes se pueden comprar.