Y se hizo defensor de los parados

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente LA MIRADA

OPINIÓN

20 feb 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Mientras una gran cantidad de ciudadanos se manifestaban contra la «agresiva» (De Guindos dixit) reforma laboral, Mariano Rajoy se esforzaba en Sevilla en dar argumentos para defenderla, porque es «justa, buena y necesaria». No lo tenía fácil, sobre todo cuando reconoce de entrada que no servirá para crear empleo a corto plazo y que el paro seguirá aumentando irremisiblemente, al menos este año. ¿Cuánto tiempo será necesario para que dé los frutos que espera el Gobierno? ¿Los dará realmente? ¿A qué precio? Si como decía el presidente cuando estaba en la oposición la cifra de cinco millones de parados es inasumible e inaceptable, ¿cómo habría que calificarla si se dispara a los seis?

Rajoy eligió una vía hábil para justificar una reforma que ha puesto en pie de guerra a los asalariados, que consideran que dinamita sus derechos. Lo que hizo fue convertirse en el defensor de los parados frente a los que aún gozan del «privilegio» de tener un puesto de trabajo. Dirigirse a «los que peor lo pasan», a esas madres solas que hacen milagros, a esos padres que han perdido su empleo hace mucho tiempo, a esos jóvenes que no lo encuentran o a esos abuelos que se ven obligados a sostener a sus familias. Su propuesta consiste en que aquellos que tienen trabajo deben sacrificarse en favor de los desempleados para que, en un futuro al que no pone fecha, puedan levantar cabeza. El factor tiempo será decisivo. ¿Cuánto tardarán los parados en dejar de ser una herencia de Zapatero y pasarán al debe de Rajoy? Y lo que es más grave, ¿cuánto aguantarán esos a los que se refirió ayer sin que las cosas cambien?