El presente es el pasado

| XOSÉ CARLOS CANEIRO |

OPINIÓN

07 mar 2007 . Actualizado a las 06:00 h.

CUANDO LLUEVE, que es muchas veces, me refugio en las imágenes del pasado: «Váyase, señor González», aquella frase del preaznarato. Digo que uno mira atrás, para no mirar hacia delante. Está muy bien cuando me cuentan, nos cuentan, que el futuro es lo que importa. Tal vez tengan razón, pero yo lo veo negro. Oscuro como la barba rala, entrecana, de Mariano Rajoy. El Partido Popular ha optado claramente por el discurso agrio, o sea, que más agrio y los periódicos tendrán que regalar limones al respetable. No hablan de otra cosa: sólo terrorismo. Con él nos despertamos, con De Juana ayunamos, con Otegi nos secamos el pelo y con el rostro triste de Acebes nos torturamos. No hablan de otras realidades. No hablan de la cosa de la especulación, ni de Nigrán, ni de Vigo y el trato ignoto con el centro comercial. Ni hablan de la pareja, ni socialistas ni populares, a la que le tirarán la casa el día 10 y de la que ayer hablaba la contra de este periódico. Ni de la autopista que nos desangra, a los gallegos, claro. Son y están todos tan impolutos que el mismísimo Zapatero, que es el más impoluto de la historia de la democracia, parece manchado por la inmaculada razón de los conservadores. La política le ha ganado la vida a la intrahistoria del ser humano. Importa más una disonancia de un político que el sabio sentenciar de un apolítico. Siempre he pensado que la política, por propia etimología, tenía mucho que ver con el ciudadano. Que renunciar a ella es darles la razón a los que han hecho de la política su empleo, su cosa, su patrimonio y su hacienda. A estas alturas del partido creo más en la fuerza civil (que no en la Guardia Civil) que en la política. Y reclamo, por vez primera, el apoliticismo como un modo de sana rebeldía. Me gusta oír llover palabras, y que me escriban de otra realidad, y leer a los que nunca citan a los que yo cité arriba: ellos. Son los dueños de la finca. Los protagonistas de la historia. Pero también los que han procurado las lágrimas y el desconsuelo, el desastre, el odio cerval de los vecinos. Los que propician a día de hoy las náuseas de los que creemos que hay otros modos de actuar. Los que pensamos que España no es sólo el asesino De Juana. Cuando me digan que el asesino está en la calle por culpa del Código Penal, que es un código político hecho por los políticos, empezaré a reconciliarme con Rajoy y Zapatero. A ver si nos aclaramos. Porque el problema real no es que salga a la calle en virtud del derecho. El problema es saber por qué el mismo derecho ha propiciado que por 25 muertos, a día de hoy, pueda estar en la calle De Juana Chaos. Rubalcaba ha hecho lo que tenía que hacer. Y el Pepé, manifestándose, vuelve cumplir con su papel: ése que tantos éxitos le ha dado. «Váyase, señor González». Por eso afirmo que cuando llueve, que es muchas veces, me refugio en el pasado. No puedo evitarlo. Hablan unos y yo veo al otro: Aznar López. El presente es el pasado. Digo.