«Los Miserables», Un canto revolucionario al amor y la lealtad

CULTURA

Deen van Meer

el musical más longevo y todo un clásico de los escenarios estará en A Coruña del 1 al 5 de enero para fascinar con la historia que creó Víctor Hugo

19 dic 2014 . Actualizado a las 09:12 h.

En Los Miserables todo es grande. No solo es el musical más longevo y una estrella turística en ciudades como Nueva York o Londres: se ha representado en 42 países y 319 ciudades, se ha traducido a 22 idiomas, y lo han visto 70 millones de personas en casi 50.000 funciones profesionales. En dura contienda con El fantasma de la ópera, Los Miserables es el musical con mayúsculas. Estrenada en 1980 en París, la adaptación de la novela de Víctor Hugo con música de Claude-Michel Schönberg y libreto de Alain Boublil, cinco años después pasó a Londres, desde donde inició su conquista planetaria. Entre el 1 y el 4 de enero se podrá ver en A Coruña, la conclusión de una gira que se ha prolongado durante más de un año y que ha tenido su penúltima parada en Sevilla. Allí, con un auditorio puesto en pie para aplaudir al término de las dos horas y medio de función, los números cobran todo su sentido y se entiende el porqué de un éxito tan prolongado.

Los Miserables saca todo el partido de una combinación difícil de fallar. Sobre el texto de Hugo se construye una representación que alardea de una galería de personajes que se reparten toda la gama de sentimientos con los que emocionar al espectador: Jean Valjean, a quien persigue su pasado de infortunio criminal y en el que recae porque no le queda otra opción para ayudar a quien quiere, al igual que Fantine, que se sacrificará por su hija Cosette, quien al crecer llegará un momento en que quiera saber de dónde proviene mientras conoce el amor gracias a Marius, un espíritu puro al que adora, sin ser correspondida, Eponine... Junto a ellos, el policía Javert, preso de sus contradicciones y sus demonios; el matrimonio tabernario Thénardier, cuya falta de escrúpulos y moral solo es comparable a las risas que levantan entre el público, y toda una galería de revolucionarios, obreros, prostitutas y galeotes, sin olvidar los papeles infantiles, la Cosette niña y el zascandil Gavroche.

Y si la historia se despliega a lo largo de varios años en tiempos convulsos y revolucionarios, como refleja una escenografía que fluye de un cuadro a otro en una transición fluida, la música se convierte en el vehículo ideal para transmitir con un repertorio igual de variado el registro diverso de la obra: hay momentos corales y épicos que tienen su contrapunto en temas más frívolos pero también otros de intimidad solista. Dirigidos por Arturo Díez Boscovich, los catorce integrantes de la orquesta aportan una textura a la representación como solo puede proporcionarla la música en vivo, adaptándose cada noche a los cambios sutiles que se viven en el escenario, donde Daniel Anglés ha supervisado toda la ejecución. Sin olvidar, claro, al elenco que se apropia con sus voces de la historia para contarla y cantarla en español: Daniel Diges, Ignasi Vidal, Elena Medina, Lydia Fairén, Talía del Val, Guido Balzaretti, Armando Pita, Eva Diago y Carlos Solano, la mayoría de ellos con amplia experiencia en el género gracias a su participación en otros clásicos como La bella y la bestia, El fantasma de la ópera o Mamma Mía.

Es en estas voces y notas, estos actores con sus atavíos y sus movimientos de entre los bajos fondos a las barricadas callejeras, que toman cuerpo los temas atemporales que retrata Los Miserables: el amor, la lealtad, la lucha por los ideales, las aspiraciones individuales y colectivas. Son ideas que están presentes en todas las épocas, pero que necesitan encarnarse en personajes reconocibles para comprender toda su dimensión humana. «El espectador se identifica con lo que está pasando y se mete en la historia, lo vive desde dentro», confirma Guido Balzaretti (Marius) quien anticipa que hay «todo un amplio espectro de personajes sobre el escenario, un espejo que elegir».

Aunque cada personaje asume de forma principal una característica propia del alma, los dramas individuales que viven los singularizan. Como explica Ignasi Vidal, un muy aplaudido Javert, «Los Miserables cuenta una historia universal que trata sobre la necesidad de estar mejor, de progresar. Esta ha sido la historia de la evolución humana», que se materializa en un tiempo y un lugar concretos, pero que su mensaje sigue vigente, más todavía en estos tiempos convulsos de ahora. Un ejemplo, cree Vidal, para continuar esa historia de progreso: «Las barricadas de hoy están en mantener el estado de derecho, mantener las leyes, mejorarlas, y perfeccionar la democracia. Tenemos la obligación como ciudadanos de mantener lo que se ha conseguido con tanto esfuerzo».