José Ramón Sánchez, el dibujante de la tele, Premio Nacional de Ilustración

Héctor J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

El jurado premia en el veterano artista santanderino «su influencia en varias generaciones de creadores y su esfuerzo por el reconocimiento de la profesión»

01 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Es el dibujante de la tele. Con su bigote y su veloz trazo de rotulador negro -ah, esos Edding que no permiten enmendar errores-, forma parte de la educación sentimental de miles de españoles [niños y adolescentes en la década de los años 80]. Pero más allá del espectador tipo, José Ramón Sánchez (Santander, 1936) plantó la semilla de la creación en la cabeza de «varias generaciones de ilustradores» y este ha sido uno de los argumentos decisivos para el jurado que ayer le concedió el Premio Nacional de Ilustración 2014, que reivindica «su trayectoria» y «su esfuerzo por el reconocimiento de la profesión».

A sus 77 años (cumple 78 el sábado), se confiesa feliz y asegura que no cree que este reconocimiento sea tardío; «sería presuntuoso», corrige. Vive fuera de los circuitos, no tiene web, no tiene teléfono móvil, y celebra que este galardón premie «toda una trayectoria, que vaya más allá de un acierto puntual, de la lotería de un libro bien hecho, que advierta la importancia de una vocación. Es mi vida», resume el artista.

Sánchez fue un revolucionario. Hoy -en el tiempo televisivo de los concursos de talentos- es difícil de entender el valor y el carácter innovador que tenía su papel en programas como El Kiosko o Dabadabadá [entonces había una cadena, TVE]. No solo fue un autor pionero en la ilustración en España, sino que su empatía, su capacidad de improvisación en directo y su talento como comunicador representaron un impulso para el despertar del arte entre los televidentes más jóvenes. Su presencia catódica supuso como divulgador -cómo decirlo- lo que la de Tamariz en el ámbito de la magia. Un mago puede ahora comulgar o no con su verboso estilo, pero nunca renegar de su rol fundacional. Celebra Sánchez la plenitud que vive hoy su oficio, con creadores y editoras «muy brillantes», y admite que sus diez años en televisión fueron un caldo de cultivo cultural importante. «Aún me paran aquellos niños que tienen ahora entre 37 y 47 años y me dicen: ??me descubriste a Robinson Crusoe, a Jonathan Swift??. Hace poco Joaquín Cortés me aseguró que había contribuido decisivamente a su vocación de bailarín más clásico con mis programas dedicados a Nijinski y a Pavlova. Buff, ni me acordaba. Sí, yo hablaba de todo, cine, libros, ópera, escultura, pintura... y con gran libertad».

Los carteles del PSOE

Dibujante, ilustrador, realizador pionero en animación, cartelista publicitario, decorador de teatro, Sánchez ha ido dejando algunas obras para la historia de la iconografía popular, como su Constitución del 78 embellecida para acercarla a los escolares de EGB o la cartelería de las campañas electorales del PSOE de 1977 y 1979, algo nunca visto antes. Son famosas sus láminas dedicadas al séptimo arte, una serie que llamó La gran aventura del cine, que componen 104 cuadros y 20 retratos de actores y actrices.

Aunque lejos ya de aquellos años en que fue un primer espada en libros didácticos infantiles [campo al que regresó en el 2012 con Cuando el abuelo fue niño], la edad no es impedimento para que siga en la brecha, pero ya como un artista total, sin un sector limitado al que dirigirse. Hace un decenio creó el sello Valnera para publicar su trabajo Moby Dick, y en el que editó otras obras. En el 2008 culminó un ambicioso proyecto: ponerle imágenes a las guerras cántabro-romanas. Y en mayo pasado realizó una exposición sobre la Guerra Civil.

Con varios cortometrajes y un largo de animación (El desván de la fantasía) a sus espaldas, últimamente Sánchez ha vuelto al mundo del cine de la mano de su hijo, el director Daniel Sánchez Arévalo, para quien suele realizar las ilustraciones de los rodajes.