La explosiva cinta «Magical Girl» detona el festival de San Sebastián

José Luis Losa SAN SEBASTIÁN / E. LA VOZ

CULTURA

Pablo Malo fracasa en su intento de hacer cine político con «Lasa y Zabala», que recrea el caso de los etarras secuestrados y asesinados por los GAL en 1983

26 sep 2014 . Actualizado a las 10:56 h.

La ya casi concluida competición de este festival esperaba la irrupción de la española Magical Girl, tras el eco de su paso triunfal por Toronto. La obra del realizador Carlos Vermut tuvo ayer una de las acogidas más entusiastas para con una película nacional que este certamen recuerde en muchos años. Magical Girl detonó el festival. Y su onda expansiva de cine efervescente se alargó tras el pase.

Vermut se había hecho con un espacio como director de culto con la muy personal Diamond Flash. Esa singularidad se materializa y propulsa en Magical Girl, pastiche proteico donde se abrazan la capacidad para la mistificación del cine de Tarantino, la atmósfera del giallo de Darío Argento, la sublimación de la realidad del Almodóvar más estimable o el culto al cómic japonés o al polar francés. Vermut va conduciendo su obra como madeja de deseos fatales que circulan sobre rieles que se adelantan siempre a lo previsible. Pulsiones que tienen como epicentro a una Barbara Lennie que aquí ratifica que es la actriz de magnetismo más indescifrable de nuestro cine.

Las vidas cruzadas de Magical Girl se accionan a partir de uno de esos dispositivos dramáticos que derriban a su paso convenciones, expectativas, paisajes reconocibles. E inauguran un espacio nuevo, perturbador, oscurísimo, de manera que en su estructura de looping, la historia gira sobre sí misma para ir cobrando cada vez mayor velocidad. Y en su cima, Vermut articula la entrada en escena de un as en la manga llamado José Sacristán. Este actor totémico, rescatado para nuestra fortuna en El muerto y ser feliz, se hace aquí leyenda porque su aparición dispara la película hacia la absoluta visceralidad y se instala en el territorio de la palpitación y la luz, de la crueldad seca puesta al servicio de la infinita ternura. En esa conclusión del puzle malévola y sabia, conocedora de que ya nos ha atrapado, Magical Girl anuncia, atronadora, a este prodigioso nuevo malabarista de la narración llamado Carlos Vermut.

Embrutecimiento de la fiesta

Si Magical Girl trajo la euforia al festival y al cine español, Lasa y Zabala echó unas paletadas de infortunio y embrutecimiento sobre la fiesta. La película que dirige Pablo Malo, con una tosquedad desazonante, nada aporta al cierre de heridas o a la clarificación de la memoria que es función del buen cine político. Su punto de vista es de un maniqueísmo ofensivo porque no se puede abordar ese capítulo reciente de la historia de Euskadi desde la brocha gorda y mentirosa de los buenos gudaris y los malvados represores: los primeros, unos caballeros sin espada de nobleza capriana, encarnados por los galanes más deseados del cine y la televisión de nuestro país, serían aquí el mundo de lo que a la sazón era entonces Herri Batasuna; y la maldad patibularia correspondería a lo conocido como cloacas del Estado. Me ofende profundamente esta oportunista reescritura y falseamiento del pasado reciente. Me parece un error de sensibilidad elemental que a este panfleto, que no es noble cine político sino ejercicio de propaganda macabra, deleznable ética y artísticamente, se le conceda espacio en la sección oficial de un festival que tantas aguas agitadas ha visto pasar bajo el río.