Grandes viajeros de otro tiempo

Héctor J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Recuperan «Viaje a pie» de Josep Pla, coetáneo del periplo alcarreño de Cela, y «Soria» y «Segovia» de Ridruejo, que confirman una sólida tradición

10 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Josep Pla (Palafrugell, Gerona, 1897-Llofriu, 1981). Dionisio Ridruejo (El Burgo de Osma, Soria, 1912-Madrid, 1975). Fueron buenos amigos y Ridruejo hasta ejerció de traductor al español (con la ayuda de su esposa, Gloria Ros) del imprescindible dietario de Pla El cuaderno gris. Las posturas políticas de ambos -en algunas fases del franquismo- enterró durante años su refinada obra literaria, que poco a poco ha ido retomando su lugar en la historia. Y no es un caso de mera justicia poética, sino que ha sido necesario el empeño de algunos valedores que apuestan por la calidad sin pararse en otros prejuicios.

Los dos fueron excelentes viajeros que coincidieron además en el proyecto de la editorial Destino, que decidió elaborar guías de toda España y para lo que encargó los textos a distintos escritores que se ocuparían de su respectiva región. Fue precisamente Pla quien inauguró el programa con su La Costa Brava, aunque no es su periplo litoral sino su Viaje a pie lo que ahora acaba de recuperar el pequeño sello madrileño Ediciones 98 -dirigido por Jesús Blázquez y cuya máxima filosófica es precisamente el rescate-. Al fin sale así del arrumbamiento absoluto esta obrita, a cuyo olvido quizá contribuyó el que estuviese escrita en castellano. No había vuelto a pasar por la imprenta desde su publicación original en 1949, solo un año después de Viaje a la Alcarria, de Camilo José Cela, lo que demuestra que el padronés no era pionero exclusivo de nada sino un depositario más de una sólida tradición de la literatura de viajes que, por cierto, tuvo una edad dorada en la época del descubrimiento y las conquistas de América.

De cualquier modo, Cela y Pla fijan su mirada en el corto radio, en el entorno inmediato, tanto que el catalán recorre en Viaje a pie sus alrededores, los del Ampurdán, entonces el de la posguerra, golpeado por la miseria, el abandono y la desolación. Pla, como siempre, atiende a la palabra desnuda, sencilla, con una poesía que sale de la economía del lenguaje, del no adjetivar, del evitar las voces impostadas. Su prosa está aquí intacta, hasta el punto de que, si tientan las comparaciones, deja en evidencia las frivolidades del verbo celiano. No hay ánimo alguno de lucimiento y solo una ansia, una indagación, una interrogación asombrosa sobre la condición de payés, que en aquel momento intuye insolidario, aislado, ensimismado, y que, por otro lado, sitúa en los orígenes del alma catalana.

Ridruejo asumió el encargo de Destino para la monumental Guía de Castilla la Vieja, y de ella viene de extraer dos de sus seis títulos en sendos volúmenes -Segovia y Soria- el sello madrileño Gadir, que dirige Javier Santillán, quien, por cierto, agrega sus propias fotos como complemento gráfico a ambos libros. El paso de Ridruejo por la Falange, y su posterior abandono muy crítico -hasta el destierro-, no valió ni a tirios ni a troyanos, y en esas sigue su nombre, siempre en el filo de la navaja salvo para quienes aprecian su excelente literatura y su impecable sentido de la integridad. Un desdén habitual y tozudo que lamenta su paisano el escritor Abel Hernández en el prólogo que hizo para Soria, en que recuerda «su coraje moral sin alardes», su «compromiso ético» y su «afán de concordia».

Datos, poesía y emotividad

La percepción del viaje de Ridruejo, aquí, pensada para una guía, está lejos del retrato acerbo del payés obra de Pla, y su concepto vira hacia una visión aparentemente convencional, que ensalza el patrimonio. Sin embargo, con su prosa, sensibilidad, cultura, Ridruejo da cuenta de dos provincias que le son muy caras -en una nació, Soria; en la otra vivió, Segovia- con una proverbial aportación de información y datos -algunos, en aspectos como la economía, se han quedado obsoletos, pero eso no invalida la narración- en un texto que no está exento en muchos pasajes de sutil poesía y no menor emotividad.

Aunque a ambos autores los separan casi 30 años en sus recorridos (del 1949 de Pla al 1974 en que vio la luz la guía de Ridruejo), queda comprobado en sus libros que existe un modo de viajar, pegado al polvo del camino, a las gentes del pueblo, a la calma del pinar, que está en franco retroceso: un viajar de otro tiempo que convendría reivindicar más allá de las velocidades de la red radial de autovías.