Los Juana de Vega premian la recuperación de la vivienda rural

Nacho Blanco REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

<span lang= es-es >Corcubión</span>. El estudio Creus y Carrasco, primer premio, intervino en un edificio preexistente que abrió al mar y a la luz. A la izquierda la fachada principal, que conserva la esencia del pasado y que ahora, en su parte posterior, muestra toda su grandeza con un nuevo lenguaje.
Corcubión. El estudio Creus y Carrasco, primer premio, intervino en un edificio preexistente que abrió al mar y a la luz. A la izquierda la fachada principal, que conserva la esencia del pasado y que ahora, en su parte posterior, muestra toda su grandeza con un nuevo lenguaje.

Una arquitectura del estudio Creus y Carrasco, mejor trabajo del 2013

31 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Un total de 21 proyectos presentados, en plena crisis de la construcción que afecta, y mucho, a un sector como el de la arquitectura, dicen bastante de la calidad de los profesionales gallegos que tomaron parte en los Premios Juana de Vega 2013 fallados ayer, que van ya por su décima edición. El galardón a la mejor vivienda unifamiliar recayó en una intervención en A Redonda, Corcubión, con la ría como telón de fondo, firmada por el estudio Creus y Carrasco. Un premio que ha querido destacar la recuperación de antiguos edificios del rural, casi olvidados, y su adaptación a los usos contemporáneos.

Ya en el discurso de presentación, tanto la directora de la Escola Galega da Paisaxe, Isabel Aguirre, como el presidente de los arquitectos gallegos, Antonio Maroño y el director de la Fundación, José Manuel Andrade, apostaron por -en tiempos de crisis- impulsar las arquitecturas de ayer e incorporarlas a nuevos modelos constructivos. Pensamiento patente en los trabajos de los principales premiados. Un galpón o una antigua cuadra puede ser reaprovechada como parte integral de una vivienda nueva, revalorizando el paisaje y lanzando así un guiño a la Galicia desperdigada y rural que fue hasta ayer mismo la predominante. Es lo que los profesionales llaman «adjetivar», es decir, anexar el nuevo edificio al viejo, con un lenguaje combinativo de costumbre y vanguardia.

Los ganadores, Covadonga Carrasco y Juan Creus, beben de esta filosofía de reciclaje arquitectónico, conservando una estructura que desemboca en otra más potente y actual. Reinterpretan la galería como una sábana acristalada que se asoma al mar de Fisterra e idean espacios interiores fascinantes de patios y terrazas, en una mágica conexión con el entorno. La inclusión de elementos preexistentes y del lenguaje popular, como el mantenimiento del hórreo y la clásica fachada principal, reviven el edificio, lo recuperan para los ojos, para el paisaje.

Uno de los dos accésit de los Juana de Vega recaló en el arquitecto Emilio Rodríguez Blanco -premiado también en la edición anterior- por una casa en Lugo en la que conservó elementos rurales de gran valor, como alpendres, y elevó un edificio de nueva planta habitado por madera, hormigón y piedra. Una obra de doble funcionalidad, pues es hogar y taller artesano, dualidad que valoró el jurado. Otro de los accésit fue para un trabajo de Manuel Jorreto en Ourense, vivienda que se asoma al río Miño y que juega con los reflejos del curso fluvial en una pátina de agua artificial. Por último, el jurado decidió otorgar una doble mención especial a dos obras: una en Tomiño, diseñada por el estudio Irisarri y Piñera y otra en A Pobra do Caramiñal, de Iñaki Leite.