Los versos dedicados a Salustiano de Olózaga

La Voz

CULTURA

27 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El poema de Rosalía de Castro deja entrever que la escritora llegó a escuchar en alguna ocasión a Salustiano de Olózaga, quien participó en la elaboración de la Constitución Española de 1837.

«Al Señor D. Salustiano de Olózaga.

Señor, no me conoceis,

Mas porque yo os conocí,

Aunque quien soy no sabeis,

Sabed que sois para mí

Recuerdo de sagradas armonías,

Dulce esperanza de mejores días.

Jamás la grata memoria

De vuestra voz llena y fuerte,

Que llama en torno la gloria,

Que los peligros advierte

Y derriba potente al enemigo,

Dejará nunca de existir conmigo.

Al escucharos, mi pecho

Se conmovió en lo profundo,

Pues vi, rodando deshecho

De iniquidades un mundo

Al soplo audaz de vuestro genio ardiente

Fecundo sol, inagotable fuente.

Sentí lo que siente el alma

Cuando cansada y rendida

Recobra la dulce calma

Que un tiempo lloró perdida;

Y os contemplé en la senda del progreso,

Astro que brilla en su pureza ileso.

Y bien, señor, la fortuna

Hoy quiere que ese astro bello

Brille donde no hay ninguna

Luz igual a su destello.

Hoy a Galicia... al pueblo que me ha dado,

Llega aquel que su silencio he proclamado.

¿Callarme?... no, aunque quisiera,

Que es grande el contento mío

Y acaso más fácil fuera

Torcer el cauce de un río

¿Por qué callar? ¿Es crimen, por ventura,

Cantar el bien... amar quien lo procura?

La ciudad santa que un día

Vio reyes peregrinando,

Te abre sus brazos, sombría,

Pero amorosa, y clamando

Llena de ardor, y de entusiasmo loca,

La alientes con palabras de tu boca.

Ellas son fuerte semilla,

Que brota do quiera cae,

Vigorosa, aunque sencilla,

Siempre harta cosecha trae.

Y es Galicia, en verdad, tierra fecunda,

Donde lo santo y generoso abunda.

No la olvides, pues, señor,

Que ella no sabe olvidar;

Solo aprendió en su dolor

A padecer y a esperar.

Ayudadle a que cumpla esa esperanza,

Y ella os dará su amor y su alabanza

Entra el rumor de victoria

Que a tu paso rueda y crece;

Entra el incienso y la gloria

Que justo el mundo te ofrece,

Sé que es mi canto brisa fugitiva,

Que pasa y no se siente, o que se olvida.

O como fuente ignorada

Que silenciosa murmura...

Mas no por ser tan callada,

Deja de ser fresca y pura...

Así la musa que inspiró este canto...

Humilde, sí, mas llena de amor santo.»