«Me es fácil describir el miedo, no olvido al niño miedoso que fui»

Ivannia salazar REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

El autor vuelve con un libro de relatos y un filme basado en su primera novela

12 nov 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

La de David Monteagudo (Viveiro, 1962) es una vocación tardía. Empezó a escribir con 40 años y tenía 47 cuando vio publicada su primera novela, Fin, un thriller apocalíptico cuya adaptación cinematográfica se estrena el próximo 23 de noviembre. Casi al mismo tiempo que la película, ha visto la luz su nuevo libro, El edificio (Acantilado), donde da el salto al género del relato.

-Publica por primera vez un libro de relatos. ¿Cómo fue el paso de la novela a este género?

-Al revés que muchos escritores, empecé escribiendo novelas extensas. Fue al cabo de un tiempo, cuando ya había escrito cuatro o cinco y me había vaciado de una serie de cosas que necesitaba contar, cuando sentí la necesidad, el reto, de empezar a escribir cuentos. Ocurrió de forma natural: simplemente llegó un momento en el que todas las ideas que se me ocurrían pedían, en realidad, un formato de relato corto. Desde entonces he ido alternando.

-Son 18 cuentos envueltos en una atmósfera de cotidianidad que a la vez mete el dedo en la llaga de los temores más humanos. ¿Cuál es el germen creador de esas historias?

-La idea del relato nace a veces de una imagen que he visto en una película y me ha impactado, una imagen banal y pasajera a partir de la cual construyo toda la historia. Otras veces es un sueño que he tenido, o una pesadilla; o un detalle de la vida cotidiana que me ha sobresaltado por unos instantes, produciéndome un estremecimiento pasajero que empleo y amplifico en el cuento para explicar los mecanismos del miedo. En algunos relatos buceo en mis propios defectos, en mis obsesiones, desarrollándolas hasta unos límites que llevarían a la locura. Y también hay una crónica dispersa, salteada, de lo que han sido mis pasiones y aficiones, de las cosas que me gustaría haber hecho y ya nunca podré hacer. Otros cuentos son reflexiones, explícitas o encubiertas, sobre el oficio de escribir.

-Su padre dejó todo a los 40 años porque quería ser pintor y usted a esa edad empezó a escribir, pero sin dejar de trabajar en la fábrica de toda la vida. ¿Cómo lleva el ser famoso cuando ya no se lo esperaba?

-Creo que esa madurez ha sido beneficiosa a la hora de encajar el éxito, siempre relativo, que he tenido. Por otra parte, el ejemplo, en algunos aspectos negativo, de mi padre y la herencia genética de mi madre me han hecho ser prudente y no arriesgar demasiado, a pesar de lo cual tengo que decir que ya no trabajo en la fábrica, pues he aprovechado la bonanza de Fin para tomarme una especie de excedencia y dedicar más tiempo a mis dos hijos.

-Dice que es gallego afincado en Cataluña pese a que vive fuera de Galicia desde los 5 años. ¿Por qué?

-En realidad, me temo que yo, como tipo esencialmente solitario y en cierto modo misántropo, tiendo a ser apátrida. Créeme que no es agradable: es mucho más sencillo identificarse plenamente con algo, aunque sea un equipo de fútbol o un país. Pero yo me manejo mejor con el concepto de libertad de pensamiento. Mi única patria, la única en la que me siento realmente a gusto, es mi lengua, y esta no es ni el catalán que hablo a diario ni el gallego de la tierra en que nací, sino el castellano rico y preciso que me legó mi padre. Por entorno social, familiar y vivencial, soy catalán al 99 %. Pero también me gusta que se recuerde que soy gallego, y que nadie me asimile hasta el extremo de pensar que soy catalán de nacimiento.

-Dicen que ver un lobo cuando tenía 3 años provocó su tartamudez y el miedo es un elemento común en sus historias. ¿A qué le tiene miedo?

-Esa anécdota forma parte de la tradición oral de mi familia y, como toda tradición oral, sin ser falsa, tiene algo de novelesco. Es verdad que fue una experiencia traumática, y que tal vez desencadenó mis problemas de lenguaje, pero lo cierto es que mi tartamudez sigue los parámetros habituales en esta disfunción. Yo fui un niño muy miedoso, y sigo siendo miedoso. Quisiera creer que ello se debe a mi naturaleza imaginativa. De todas formas, hoy en día mis principales temores son muy comunes, poco originales: el temor a una vejez miserable por pobreza o por enfermedad, a que mis hijos puedan sufrir... A lo que no le temo es al fin del mundo, a pesar de que ciertos poderes fácticos se empeñan en que nos muramos de miedo, para así tenernos quietecitos. Supongo que me resulta fácil describir el miedo porque no me he olvidado nunca de aquel niño miedoso que fui.