Gervasio Sánchez: «En las guerras mucha gente se muere sin saber por qué»

Manuel Rey
Manuel Rey A CORUÑA / LA VOZ

CULTURA

«Hay que ir con los que sufren», dice Gervasio Sánchez.
«Hay que ir con los que sufren», dice Gervasio Sánchez. GUSTAVO RIVAS

El fotoperiodista Gervasio Sánchez ha cubierto conflictos en los Balcanes, Sierra Leona, Irak o Afganistán. Estos días se encuentra en A Coruña participando en las jornadas «Ráfagas de Fotoperiodismo»

25 oct 2012 . Actualizado a las 20:46 h.

Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959) se la ha jugado muchas veces para contar a través de su cámara la realidad de esos lugares donde la vida vale poco más que nada. Estos días participa en las Ráfagas de Fotoperiodismo que se celebran en el centro Ágora de A Coruña. Además, presentará la exposición «Sarajevo, paz y guerra», que permanecerá en la ciudad hasta el 6 de enero de 2013.

¿Qué imagen le hace despertarse por las noches?

Más que con imágenes, me despierto preguntándome si he conseguido el objetivo que tenía cuando era joven: mostrar a la gente con la dignidad que se merece. Los periodistas que trabajamos en conflictos tenemos que hacer bien nuestro trabajo, pero sobre todo, tratar bien a gente que ya ha sido muy maltratada. Me miro al espejo y me pregunto: ¿Qué hice en aquel momento? Aquella ocasión en la que habría podido ser un auténtico miserable para lograr una gran foto y no lo fui. Nunca he tenido que llamarme miserable. Después de muchos años trabajando en esta profesión, es algo de lo que me siento orgulloso. No he hecho cosas de las que me habría podido arrepentir.

¿Ha habido muchas oportunidades para ser un miserable?

He tenido oportunidades pero no lo hice. Y he visto gente que ha actuado de una manera realmente escandalosa. Y quizás, si hubiera actuado como un miserable, mi carrera habría sido más escandalosamente reconocida. Uno de los vicios del periodismo es creer que todo va a ser un camino rápido. Si se escala a toda prisa, es que algo ha salido mal. Este trabajo es una evolución, uno va creciendo con las experiencias y su trabajo se va fortaleciendo. Darle un premio a alguien menor de 30 años es un error, porque le produces un subidón de autoestima que acaba siendo negativo. A los jóvenes hay becarlos, pero con resultados. Yo te pago esto, pero tú me tienes que dar algo a cambio.

Cuando hay dos bandos matándose entre sí, ¿quiénes son víctimas y quiénes verdugos?

Yo siempre he dicho que quiero estar donde caen las bombas antes que donde las lanzan. En Sarajevo, por ejemplo, hubo muchas más víctimas en el cerco que en el otro bando. Y yo quería estar dentro del cerco. Si estoy en Siria, prefiero estar en las ciudades bombardeadas por las tropas de Al Asad. Frente a ellos, hay gente defendiéndose con unos cuantos fusiles. Yo quiero estar allí, con los que están en inferioridad.

¿Hoy se echa de menos esa cercanía al conflicto en lugares como Siria?

En Siria se puede trabajar, pero hay que asumir riesgos. En las guerras ocurren cosas brutales. Si cae una bomba donde estás tú, la bomba no dice: «a ti no te mato porque eres neutral, o un niño, o una mujer, o un anciano»

¿El «periodismo comprometido» es una redundancia?

Es una estupidez. El periodismo es compromiso, sin adjetivos ni adornos. A mí me molesta mucho que me llamen periodista comprometido. Hoy en día, está desbordado por intereses económicos y políticos, ha dejado de tener la influencia que tenía. Hay demasiada vinculación entre los poderes económicos y políticos. Como se puede ver cada día, en muchos medios ya no hay periodistas, sino defensores de determinados intereses. En este último mes se puede ver en algunos medios muy importantes, se mira por el negocio antes que por el periodismo.

¿Sigue siendo el gobierno español un «exportador de la muerte», como afirmó usted en referencia al tráfico de armas?

En todas mis intervenciones públicas y en la presentación de mis exposiciones, desde que empecé en 1994, he intentado ser contundente en mis discursos. Si tengo un espacio para hablar, no alabo al político de turno, o hago parrafadas protocolarias, bienpensantes y políticamente correctas. Y eso que me corto y soy educado. A veces me dan ganas de llamarles por lo que son, unos auténticos -se muerde la lengua- miserables. Tras un discurso en el que había muchas autoridades y altos cargos del Gobierno, un miembro del PSOE me dijo que me había pasado. Lo que me pedía el cuerpo era guardar los papeles y soltarle exactamente tres palabras a la cara de los presentes. Es para decirle: «no me vengas con tonterías; habéis tenido un comportamiento obsceno y yo lo he denunciado».

¿Le ha pasado factura aquel discurso?

Evidentemente, pero no me importa. Si yo hubiera hecho otro tipo de periodismo, menos especializado, en una redacción local de cualquier periódico hace tiempo que me habrían fulminado. Hay muchos asuntos que no se tocan por meros intereses. La gente lo sabe, se entera, pero no sale en los medios. Yo creo que es importante arriesgarse y contar las cosas. No soy más o menos valiente que el que se queda callado. Muchas veces te estás jugando tu trabajo, y hoy en día eso es duro.

¿Cómo sabe de quién fiarse en una zona de conflicto?

Hay que llegar con mucha información. Me pongo en contacto con la gente que ha estado últimamente allí, pregunto en qué condiciones se trabaja, cuánto dinero se necesita. Y también hay que buscar nativos de confianza, porque no sabes quién te puede vender a un grupo armado por unas cuantas monedas en cuanto tenga ocasión.

¿Qué recompensa queda tras tantos conflictos y tantos riesgos?

A veces echo la vista atrás y veo que en muchos momentos me he planteado no seguir para adelante, porque me estaba jugando la vida por informar. Pero te das cuenta que es imprescindible contar lo que pasa en esas zonas oscuras del mundo en que vivimos. Un mundo sin información de esas zonas sería un lugar mucho más injusto, peligroso, obsceno, radical y corrupto. Hay que ir a esas zonas adonde no todo el mundo está dispuesto a ir.

¿Cuánto cuesta dar ese paso?

Bastante sacrificio. Me he separado de mi familia y he visto como mis amigos se morían o quedaban amputados. Pero me pregunto qué harían ellos si estuviesen vivos, y seguro que seguirían trabajando. Soy consciente de que estoy vivo de casualidad. Estamos en un mundo muy injusto, que se ceba con los débiles, y mucha gente se muere sin saber por qué. En las guerras, las víctimas me preguntaban: ¿por qué tiran bombas, por qué nos disparan?