Prisión provisional sin fianza para el electricista, su mujer y su hijo por el robo del Códice Calixtino

x. melchor / c. franco / m. cheda SANTIAGO / LA VOZ

CULTURA

Montaje.Entrada de los tres detenidos en los juzgados compostelanos
Entrada de los tres detenidos en los juzgados compostelanos Álvaro Ballesteros

El juez atribuye a Manuel Fernández Castiñeiras, que ha declarado esta mañana después de que ayer confesase haber robado el manuscrito, los delitos de blanqueo de capitales, hurto, robo y atentado contra la intimidad. A su mujer se le imputa por blanqueo y un delito contra la intimidad y al hijo por blanqueo

06 jul 2012 . Actualizado a las 23:40 h.

El juez ha decretado el ingreso en prisión sin fianza para el electricista Manuel Fernández Castiñeiras, su mujer y su hijo, los tres detenidos por el robo del Códice de la catedraL. El manuscrito, según ha confirmado un perito especializado, está en perfectas condiciones y exactamente igual que antes de su desaparición.

Esta mañana el fiscal Antonio Roma solicitó para el autor confeso del robo prisión provisional sin fianza y así lo dictó el auto del juez. Le atribuyen varios delitos entre los que se incluye el blanqueo de capitales, robo con fuerza y atentado contra la intimidad, por haberse encontrado en su poder cartas de la catedral y de algunos vecinos. Los nuevos delitos implican mayores penas de cárcel que el mero hurto que en principio se le atribuía. Así, el blanqueo de capitales puede suponer seis años de cárcel mientras que el robo con fuerza de dos a cinco años por cada uno.

El magistrado José Antonio Vázquez Taín, tras un interrogatorio que se prolongó durante casi cuatro horas, dictó este auto ante el elevado riesgo de destrucción de pruebas, un extremo al que también ha aludido el fiscal.

Tras interrumpirse las diligencias a la hora de comer, pasadas las 16.00 horas declararon la mujer del electricista, María Remedios Nieto Mayo, y su hijo, Jesús Fernández Nieto. El fiscal Antonio Roma también ha pedido para ellos prisión provisional sin fianza. A ambos se le imputa el delito de blanqueo de capitales y a la madre, además, un delito contra la intimidad.

Pasaron a disposición judicial esta mañana

El electricista pasó a primera hora, junto a su mujer y su hijo a disposición judicial. Los tres llegaron a las 08.45 horas de este viernes, y en un mismo furgón policial, a los juzgados compostelanos. El titular del Juzgado de Instrucción número 2 de Santiago de Compostela, José Antonio Vázquez Taín, ya había llegado al edificio judicial de Fontiñas media hora antes que los detenidos. A pesar de que Vázquez Taín declaró a la entrada del juzgado que esperaba que todo fuese rápido, los interrogatorios se prolongaron hasta casi las 19.00 horas.

El principal sospechoso confesó ayer

El jueves por la tarde Manuel Fernández Castiñeiras confesó ser el autor del robo del Códice, ocurrido hace ahora un año en el templo compostelano. En las primeras horas después de su detención, el electricista se había limitado a responder «no me acuerdo» y «no sé» a las preguntas sobre la autoría del robo, según fuentes de la investigación. Pero ayer por la tarde, y tras un día en el que -según fuentes del caso- se le vio «inquieto, nervioso e intranquilo», fue él quien pidió expresamente declarar, momento en el que realizó su confesión y admitió que había retirado el Códice del interior del archivo en el que se encontraba y se lo llevó a una de sus casas. Manuel Fernández Castiñeiras aún fue más allá y aclaró haber realizado el robo del manuscrito «sobre las 12 de la mañana».

Junto con su mujer y su hijo, Fernández Castiñeiras ha pasado a disposición judicial para confirmar su confesión tras ser sospechoso de la policía durante casi todo un año, aunque a los tres días de cometerse el hurto los agentes ya lo habían identificado como posible autor del robo del Códice Calixtino, entre otros sospechosos. Fue a través de una nota informativa interna con fecha del 8 de julio en la que un agente de la Brigada de Seguridad Ciudadana de Santiago señalaba al ahora detenido con nombre, apellidos y hasta su dirección. En ese informe, cuya existencia divulgó ayer el sindicato policial SUP, se dice que era público en O Milladoiro que Fernández Castiñeiras alardeaba de tener en su poder objetos de la catedral compostelana y que el gran número de propiedades que poseía no era acorde con los ingresos de un electricista.

El sindicato policial SUP ha cuestionado la «tardanza» en la detención del sospechoso de robar el Códice Calixtino y ha alabado al agente que en un «escrito interno» dirigido a la Jefatura de ese centro «señaló al ahora detenido». El SUP apunta que el agente «fundamentaba sus sospechas con datos concretos», de manera que pregunta si dicha información «se ha tenido en cuenta a la hora de abrir la línea de investigación», y subraya que, de ser así, «cuesta trabajo entender el porqué de la tardanza en su solución». El SUP destaca, por otra parte, que en la investigación hay todavía «cuestiones colaterales por aclarar, sobre todo en el ámbito de las relaciones laborales y humanas entre el detenido y los responsables de la iglesia compostelana». En cualquier caso, desde el Sindicato Unificado de la Policía se congratulan del desenlace favorable de la investigación que condujo a dar con el Códice en un garaje de Milladoiro.

«Solía dejar propinas de un euro»

Desde Sanxenxo, municipio donde Manuel Fernández, autor confeso del robo del Códice Calixtino, tenía un ático de su propiedad -en A Revolta (Noalla)- los vecinos se muestran muy sorprendidos por lo acontecido en las últimas horas e incluso recuerdan cómo el ahora detenido se mostró preocupado hace unos días porque debía reparar su vehículo y era un «arreglo de 2.000 euros», según la propietaria de la cafetería Casalote, María Jesús Hernández.

Este exempleado de la Catedral solía pasar los fines de semana y el verano en este municipio pontevedrés. «Era habitual que el jueves llegase con su mujer, Remedios Nieto, en un viejo automóvil -un Xantia verde oscuro-, para disfrutar de la tranquilidad de esta parroquia, donde se compraron el pisito hace cinco años por algo más de 300.000 euros», cuentan conocidos del presunto autor material del robo del valioso manuscrito. «A ella le gustaba pasear, y él frecuentaba este bar, donde solía dejar propinas de un euro, pero más allá de eso, nunca demostró signos de ostentación, más bien al contrario».

Amenazas al deán

Poco a poco se van conociendo, además, más datos de la complicada relación que mantenía el detenido con personas de la catedral. Fuentes próximas al caso del robo del Códice Calixtino recalcan la libertad de movimientos que tenía Manuel Fernández Castiñeiras dentro del templo. Tenía llaves de las estancias de la Catedral donde se custodian las reliquias y solía llevar bombones al templo compostelano.

Este exempleado, que prestó sus servicios como autónomo durante 25 años en el templo, «andaba por aquí como por su casa, merodeaba por todos lados, con los que tenía confianza», han indicado, pero «de que había hecho copias de las llaves nos enteramos muy tarde», han precisado. Fernández Castiñeiras «se llevó piezas» de la seo incluso después de la sustracción de Códice Calixtino, y llegó a amenazar al deán, José María Díaz, con el que mantenía discrepancias, de que «iba a arruinarle la vida».

Año de hipótesis, de la desaparición al robo

La aparición del Códice Calixtino ha disipado la principal preocupación de los investigadores, que era que el manuscrito hubiese sido vendido o destruido. Por ello, cuando lo han visto ante sus ojos, entre los agentes de la Brigada de Patrimonio Histórico y del propio juez instructor, José Antonio Vázquez Taín, se han producido escenas de auténtica euforia y alegría. El Códice Calixtino ha sido sacado del garaje de O Milladoiro sobre las 16.45 horas, en medio de una enorme expectación. Se encontraba en el primer trastero dentro del inmueble.

La primera noticia de la desaparición del Códice Calixtino fue recibida como un imposible. El 6 de julio del 2011 la policía confirmó que investigaba la falta del Liber Sancti Iacobi de la caja fuerte de la catedral de Santiago, aunque no podía precisar el día exacto, entre el 30 de junio y el 5 de julio, en que la joya dejó de estar en su lugar. Las palabras desaparición o extravío fueron dejando paso en los primeros días a la hipótesis del robo, una teoría que se apoyaba en todas las líneas de investigación en una colaboración interna por la dificultades de acceder al libro, aunque la policía señaló deficiencias en el sistema de seguridad y fallos en la manera en que se conservaba la pieza en el archivo.

En las primeras horas se apuntaron dos posibles móviles: una venganza interna, dirigida fundamentalmente contra el deán de la catedral y entonces responsable del archivo, José María Díaz; y un robo realizado por encargo de un coleccionista. Algunos especialistas valoraron el Códice en 10.000.000 euros y el famoso ladrón de obras de arte Erik el Belga explicó aseguró que un robo así se puede encargar por 150.000 euros, pero que no se podría realizar sin colaboración desde dentro.

La policía, con la incorporación de especialistas de la Brigada de Patrimonio Histórico, comenzó a estudiar cerca de 400 horas de cintas de vídeo de las 25 cámaras que la catedral tenía instaladas. Con un problema añadido. En la habitación en la que se guardaba el libro no había cámaras, las más cercanas estaban situadas en los pasillos de acceso. El operativo incluyó controles de carreteras a los que se sumaron efectivos de la Guardia Civil y de la Guardia Nacional Republicana en Portugal.

Pasado un mes de la desaparición la policía mantuvo abierta todas las líneas de investigación. El robo se convirtió en hurto o un secuestro aprovechando, según los investigadores, la concurrida circulación en el interior del templo y la falta de control sobre el acceso al interior y las mochilas.

En esos días el Arzobispado de Santiago pidió a los ladrones que devolviesen el Códice y el gobierno descartó ofrecer una recompensa por su retorno. Tres meses después, el deán dimitió como archivero catedralicio, reconociendo que la desaparición del Códice era determinante en esa decisión y que, según todas las versiones, las llaves de la caja en la que se conservaba el libro junto a otros documentos estaban puestas en la cerradura.

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