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ALVARO BALLESTEROS

El paso de un año ha reducido las especulaciones y reafirmado una de las teorías iniciales sobre que esta joya única no habría salido de la catedral

01 jul 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

La primera noticia de la desaparición del Códice Calixtino fue recibida como un imposible. El 6 de julio del 2011 la policía confirmó que investigaba la falta del Liber Sancti Iacobi de la caja fuerte de la catedral de Santiago, aunque no podía precisar el día exacto, entre el 30 de junio y el 5 de julio, en que la joya dejó de estar en su lugar. Las palabras desaparición o extravío fueron dejando paso en los primeros días a la hipótesis del robo, una teoría apoyada en todas las líneas de investigación por una colaboración interna por la dificultades de acceder al libro, aunque la policía señaló deficiencias en el sistema de seguridad y fallos en la manera en que se conservaba la pieza en el archivo.

En las primeras horas se apuntaron dos posibles móviles: una venganza interna, dirigida fundamentalmente contra el deán de la catedral y entonces responsable del archivo, José María Díaz; y un robo realizado por encargo de un coleccionista. Algunos especialistas valoraron el Códice en 10.000.000 euros y el famoso ladrón de obras de arte Erik el Belga explicó que un robo así se puede encargar por 150.000 euros pero que no se podría realizar sin colaboración desde dentro.

La policía, con la incorporación de especialistas de la Brigada de Patrimonio Histórico, comienza a estudiar cerca de 400 horas de cintas de las cintas de vídeo de las 25 cámaras que la catedral tenía instaladas. Con un problema añadido. En la habitación en la que se guardaba el libro no había cámaras, las más cercanas estaban situadas en los pasillos de acceso. El operativo incluye controles de carreteras al que se suman efectivos de la Guardia Civil y de la Guardia Nacional Republicana en Portugal.

Pasado un mes de la desaparición la policía mantiene abierta todas las líneas de investigación, aunque por descarte toma cuerpo la idea de que el Códice no ha salido de la catedral. El robo se convierte en hurto o un secuestro aprovechando, según los investigadores, la concurrida circulación en el interior del templo y la falta de control sobre el acceso al interior y las mochilas.

En esos días el Arzobispado de Santiago pide a los ladrones que lo devuelvan y el gobierno descarta ofrecer una recompensa por su retorno.

Tres meses después, el deán dimite como archivero catedralicio reconociendo que la desaparición del Códice es determinante en esa decisión y que, según todas las versiones, las llaves de la caja en la que se conservaba el libro junto a otros documentos estaban puestas en la cerradura.

El paso de un año ha reducido las especulaciones y reafirmado una de las teorías iniciales sobre que esta joya única no habría salido de la catedral. Una hipótesis que la policía tenía ya entre sus principales líneas de trabajo un mes después de que la ausencia de la primera guía de viajes de la historia hubiera abandonado su reposo.