Hace diez días que llegó el verano y comienza a notarse en las calles de Santiago. No por el calor, que ayer se camufló tras las nubes, provocando una pesada sensación de bochorno. Llegó el verano porque la música salió de las salas y de los auditorios para inundar las plazas. Ya fuese el indie-rock del ciclo TerraZeando o la foliada por las fiestas de San Pedro, Santiago desprendió ayer un singular aroma que invitaba a sus vecinos a salir de casa y disfrutar de un ambiente mágico. Además, Compostela es rica en variedad: desde música clásica en Praterías al folk de la plaza 8 de marzo. Toda la ciudad tiene cabida en esta serie de espectáculos.
Debemos agradecer poder disfrutar de estos conciertos al aire libre, que tanto escasean en otras ciudades. No solo sirven para fomentar la cultura, sino que influyen en los establecimientos locales y dan visibilidad a artistas desconocidos para el gran público. Seguramente serán muchos los que no hayan oído hablar nunca de El Monstruo o Ultimate Painting. Yo tampoco los conozco. Pero eso no es lo importante. Lo fundamental es apoyar y disfrutar este tipo de iniciativas, que muestran la unión existente en barrios como el de San Pedro, en donde un simple paseo por sus calles adquiere otros tonos al son de la música tradicional de Tiruleque o Tanxuqueiras, que amenizaban ayer sus festejos.
El tiempo dirá si la gran oleada de actuaciones que inunda las calles compostelanas se mantiene. Por ello es necesario apoyar la música en la calle. Por el bien de la cultura, pero también por el de los veranos santiagueses.