Reconstruyendo a Derribos Arias

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

El músico ourensano Carlos Rego firma una biografía de uno de los grupos más originales del pop español de los 80 y de su carismático cantante, Poch

27 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En sus dos breves años de existencia, Derribos Arias apenas grabó un álbum -En la guía, en el listín- y un puñado de sencillos y maxis, pero la calidad de su repertorio, encabezado por su gran clásico Branquias bajo el agua, sumada a su fascinante imagen, hicieron de ellos uno de los grupos más originales del pop español de la década de los 80. Imitados, pero irrepetibles.

Pero al grupo liderado por Ignacio Gasca, Poch, y Alejo Alberdi, le faltaba una biografía, una carencia que se acaba de solucionar con la publicación de Derribos Arias. Licencia para aberrar (66rpm), escrito por el también músico Carlos Rego (Ourense, 1965). Desde que los descubrió en aquellos años en que los ecos de la mítica movida madrileña llegaban amortiguados a Galicia, Rego no ha dejado de coleccionar todo tipo de grabaciones y material gráfico y escrito sobre Derribos Arias. Dos factores que han influido en Licencia para aberrar, que se lee como una minuciosa reconstrucción de la existencia de la banda, con sus pasos previos y los póstumos, a la vez que lo que significó vivir aquella eclosión pop a muchos kilómetros de distancia. «Era unha historia atractiva, contar a explosión dos 80 dende unha cidade pequena, amosar que había un caldo de cultivo en todo o país, xente que desexaba facer cousas novas, e non esa visión que chegou a dicir que fora algo inventado polo poder para desmobilizar á xuventude», recuerda Rego.

Derribos Arias encarnó algunas de las mejores virtudes de aquella era: experimentales dentro del pop, con una original imagen, y un gran sentido lúdico. «É certo que non tiñan a graza inmediata de Siniestro Total», opina Rego, «pero tiñan moito sentido do humor. Tamén para a música. Nótase en cancións que empezan coma un rock?n?roll clásico e acaban con caixa de ritmos e funk, ou algunhas que parecían chachachá tocado pola Velvet Underground».

Además de recurrir a su archivo, Rego contactó con contemporáneos del grupo, muchos de ellos nombres propios de la escena de los 80. Pero su intención no era reunir un anecdotario alimentado por la excentricidad de Poch. Su rastreo lo remontó a los primeros orígenes del grupo, cuando sus componentes se iniciaron en la música en un San Sebastián a la que a finales de los 70 llegaban más información y más que discos que Madrid por su proximidad con Francia. Un bagaje que Poch fue depurando en Ejecutivos Agresivos o La banda sin futuro -que inspiraría un libro homónimo de Marilar Aleixandre- y que, junto a su edad ligeramente mayor, le ayudaron a evitar algunos errores ingenuos que otros cometieron.

No obstante, la personalidad de Poch acabó, para muchos, por suplantar la del grupo. Rego dedica un capítulo de su libro, significativamente titulado De máscaras y enigmas, a examinar esa relación entre persona y personaje. Buena parte de las excentricidades que se le atribuían venían derivadas de la enfermedad de Huntington que padecía. Solo que muchos lo supieron ya muy tarde.

El viaje de Pontevedra a Marín en busca de un amigo en el calabozo

Más allá de Derribos Arias, el libro de Rego sigue la pista de Poch durante su etapa en solitario como músico, que precedió a la aceleración de la enfermedad degenerativa: los testimonios de quienes lo trataron en esos años, antes de su fallecimiento en 1998, siguen impresionando. Como también lo hace leer ahora las respuestas que Poch daba a entrevistas: lo que entonces podía parecer surrealismo, ahora cobra otra dimensión, al leer al artista decir que esperaba «no llegar a viejo» o contestar que «tenía todas las enfermedades» cuando le preguntaban por su salud. En Licencia para aberrar, Rego también cita la ocasión en que Poch, después de tocar en Pontevedra, pidió que lo llevasen a Marín para visitar a un amigo que hacía la mili y que estaba en el calabozo por una pelea.