«El primer concierto que di fue en la Casa Encantada de Sar»

Patricia Calveiro Iglesias
P. Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Alfonso reivindica el valor de la Finca do Espiño, «un lujo en pleno centro todavía desconocido».
Alfonso reivindica el valor de la Finca do Espiño, «un lujo en pleno centro todavía desconocido». S. alonso< / span>

El músico Alfonso Espiño trabaja en una investigación sobre la historia del rock en Santiago

05 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Alfonso Espiño reconoce que de pequeño era «el graciosillo de la clase». Aquel menor dicharachero que estudiaba en la Colexiata de Sar, y al que siempre expulsaban de clase por hablar, pensaba ser médico. En el instituto, periodista. Y acabó estudiando Hostelería y Filología Inglesa. Sin embargo, reconoce que desde niño tiene un «asunto latente» que lo llevaba a acabar «subido a una silla en los cumples». Cantando, claro está.

«La música se convirtió en una prioridad para mí en el año 1991», recuerda haciendo alarde de una extraordinaria memoria. «Mi compañero de pupitre en el instituto, Gonzalo Sende, me metió en la cabeza a los Beatles y ya no hubo marcha atrás», continúa. Tocaban en los recreos, entre clases, en los pasillos del IES Rosalía de Castro, en el claustro... Y aquello se extendió a la calle, haciendo de espacios como A Quintana su escenario, cuando el Concello todavía no sometía a evaluación los currículos de los artistas callejeros para decidir quién toca en las calles y quién no.

Espiño, que acabaría convirtiéndose en una de las caras más conocidas de la escena musical compostelana, cuenta que «el primer concierto que di fue en la Casa Encantada de Sar». «Un sitio que ya no existe, en el que hacían mogollón de talleres y actividades culturales y tenían locales de ensayo», apunta. Actuó con el trío Nicenoise, junto a Gonzalo Sende y su hermano, un grupo de pop «beatlelero» que luego se pasaría a llamar Contrastes. Y asegura que, en ese momento, se dio cuenta que «por fin estaba haciendo algo que realmente quería hacer».

El compostelano, que se crio entre los barrios de Pontepedriña y Sar, no fue hombre de una sola banda. En el 2003 se pasó al rock psicodélico con Mega Purple Sex Toy Kit y entró a trabajar en A Reixa Bar, en donde tanto atendía la barra como pinchaba unos temas o se subía al escenario. Allí se hizo un doctorado de once años en la noche compostelana y en esa etapa vivió la aparición de un nuevo proyecto, en el 2009, con la fundación de Los Chavales, con los que daría un nuevo giro de tuerca sobre el pop rock hacia la música yeyé. El cantante confiesa, entre risas, que el nombre de Los Chavales lo sacaron de una puerta de un local de ensayo en el que otra banda, también en busca de nombre, había escrito sus opciones.

Hoy por hoy, Espiño es una de las personas que más sabe sobre la historia de la música moderna en Santiago. No solo porque la viviera en primera persona en las últimas décadas, sino porque desde hace cuatro años investiga como parte de una tesis doctoral los orígenes de las bandas de rock and roll en la capital gallega.

El músico relata con entusiasmo los descubrimientos que fue haciendo, ya que no existía una base documental sobre la que trabajar. «Uno de los primeros grupos de rock que hubo en España era de Santiago», destaca, los Psiquis. «Hay tradición desde el principio, aunque entrara tarde con respecto a Europa y a América», indica Espiño. Además, «hay personajes muy curiosos: como Manolo Mirás, que tiene una discografía muy amplia y desconocida, o Jesús Fandiño Vidal, cuya familia vivía en la Catedral y fabricó de los primeros amplificadores caseros que se hicieron en Santiago», dice con voz animosa.